Fueron tan lapidarias y contundentes las derrotas de Colo Colo y la Universidad de Chile, que nadie medianamente sensato apostaría hoy por sus posibilidades de ganar el título. Han quedado, a siete fechas del final, con la improbable tarea de asegurar un cupo directo para Copa Libertadores, y, a la luz de lo que están jugando, hasta eso se les hará difícil.
La feroz autocrítica de David Pizarro tras la caída en Concepción lo dice todo: tuvieron dos semanas para preparar un partido clave y en el primer tiempo dieron pena. La débil estructura defensiva del equipo y su nula capacidad para generar opciones de gol dejan a Kudelka en una encrucijada. Su idea no aparece y, por el contrario, su tendencia a respaldar con la titularidad a hombres con escaso nivel competitivo hace aún más evidente que la U se despotenció justo cuando asumió y, lo que es peor, que no tiene armas para recomponerse.
Es tan pobre su rendimiento, que es probable que se hable desde ahora más del plantel para el próximo año que en potenciales soluciones para la crisis profunda que aqueja a un equipo fulminado.
Lo de Colo Colo es distinto. Es tanto el terror al desgaste físico que transfiere Héctor Tapia al plantel que ya no solo queda en evidencia en las modificaciones que hace en la escuadra titular, sino que en el transcurso de un mismo partido. No solo reserva a los jugadores más veteranos, sino que ante Antofagasta contuvo al equipo después de un muy buen primer tiempo y luego hizo cambios en función del "desgaste" de los que habían jugado ante Palmeiras, facilitando la sorpresa nortina.
El solo hecho de que los albos recibieran ocho goles en los últimos dos partidos deja en claro que los equilibrios se desplomaron. La debacle es tan perceptible que resulta improbable pensar que los próximos dos duelos -ante Universidad Católica y en Sao Paulo- puedan encararse con el brío y el compromiso que ameritan si desde la banca han vociferado con alevosía que no se puede.
Dadas así las cosas, el epílogo que prometen estas siete fechas dependerá de la convicción de la Universidad Católica antes tres rivales provincianos que han sentido el peso de la responsabilidad cuando pudieron dar el zarpazo. La epopeya de Antofagasta puede convertirse en leyenda si saben sacar provecho de los duelos que disputarán -como locales- ante los cruzados y el Campanil. Pero para eso tendrán que jugar los 90 minutos. Y no solo 45.