Argentina nuevamente está en crisis severa. Así, Argentina "celebra" 75 años desde el golpe de Estado de Perón, el dictador que instauró el populismo, la destrucción institucional y un Estado corrupto y omnívoro que financia sus gastos excesivos con deudas impagas ( defaults ) y alta inflación. El drama argentino consiste en que la voracidad corrupta, la irresponsabilidad y el cortoplacismo han caracterizado a casi todos los gobiernos argentinos -democráticos o no, de izquierdas y derechas- entre 1943 y 2015.
La pesada herencia de los Kirchner
La dinastía kirchnerista llevó el populismo al paroxismo en sus 12 años de pésimos gobiernos. Los Kirchner distorsionaron gravemente la economía de mercado, fijando precios, expropiando empresas privadas, imponiendo impuestos a las exportaciones y corrompiendo al sector privado. En la macroeconomía, malgastaron los altos ingresos durante el superciclo de los commodities y no se ajustaron después. Los Kirchner expandieron el gasto fiscal (beneficiando a sus partidarios), incrementaron el déficit público hasta un 9% del PIB y lo financiaron con emisión monetaria. Debido a los controles de precios y a la falsificación de datos oficiales, la medida oficial de inflación oficial dejó de reflejar las alzas de precios. Mantuvieron el default de su deuda y la compañía en clubes regionales de mala reputación, como Mercosur y Unasur.
La cleptocracia kirchnerista también llevó a la destrucción institucional y a la corrupción a extremos. Un matón Secretario de Comercio amenazaba con su pistola a los empresarios, imponiendo fijaciones de precios y exigiendo el pago de sobornos, como lo documenta la reciente publicación de los "cuadernos de las coimas".
La combinación de pésimo manejo económico, populismo rampante y corrupción mafiosa no fue gratis. Así, Argentina creció a tasa cero durante el quinquenio 2012-2016 y la pobreza se multiplicó.
El gobierno de Macri
Macri asume la presidencia en diciembre de 2015, representando probablemente el primer gobierno argentino razonable y moderno en tres cuartos de siglo. Su programa se basa en reformas estructurales que buscan estabilizar la macroeconomía, fortalecer el mercado y el sector privado, y desarrollar una institucionalidad moderna. Gradualmente, el gobierno liberaliza los precios de bienes privados y las tarifas públicas, elimina los impuestos a las exportaciones, y corrige las distorsiones que inhiben la inversión privada. El gobierno reduce gradualmente el déficit público del 6,1% del PIB en 2015-16 a 3,9% en 2017.
En política cambiaria y monetaria, el Banco Central (BCRA) está subordinado al gobierno, al carecer de autonomía de facto. En lo cambiario, el BCRA aplica una flotación muy sucia, con frecuentes intervenciones. En lo monetario, el BCRA intenta iniciar un régimen basado en metas de inflación, pero sin cumplir con las condiciones básicas para ser exitoso en ello: contar con autonomía operacional respecto del gobierno en la fijación de las metas y en las decisiones sobre las tasas de política monetaria (TPM) requeridas para cumplirlas.
La crisis de 2018
El gobierno de Macri adoptó la estrategia gradualista de sus reformas y, particularmente, del ajuste fiscal y monetario, por no contar con una mayoría en el Congreso. Apostó exitosamente hasta comienzos del presente año, a que los argentinos y los mercados financieros confiarían en el éxito de dicha estrategia. Sin embargo, esta confianza se erosionó cuando el gobierno incrementó la meta de inflación para 2018 y continuó con el endeudamiento público para financiar un alto déficit. Detrás de ello, hubo una severa subestimación de los altos costos de la herencia kirchnerista y las dificultades para enfrentarlos.
La crisis de confianza se gatilló con el significativo empeoramiento de las condiciones que enfrentan las economías emergentes desde comienzos de 2018. Menores precios de commodities , salidas de capitales, devaluaciones de monedas y caídas en precios de acciones estresan a las economías emergentes, particularmente las de débil manejo y desempeño fiscal y económico, como Turquía, Sudáfrica y Argentina.
Al enfrentar una corrida contra Argentina, Macri logró en mayo un Acuerdo Stand-by con el FMI, que comprometió un desembolso de US$ 50.000 millones, a condición de un ajuste fiscal más intenso y la adopción de reformas estructurales, que incluyen la autonomía del BCRA.
El anuncio de este plan resultó insuficiente para corregir la crisis de confianza. A fines de agosto se intensificó la corrida contra Argentina. La prima de riesgo soberano se elevó a 778 puntos base sobre la tasa comparable de EE.UU., la devaluación cambiaria llevó al peso argentino a rozar los 40 AR$/US$ y la bolsa argentina cayó un tercio respecto de sus niveles de enero. El BCRA intervino masivamente en el mercado cambiario y fijó la TPM en un nivel astronómico -60%-, el más alto del mundo.
El gobierno anunció el 3 de septiembre un ajuste fiscal más intenso que el del acuerdo de mayo con el FMI: se compromete a reducir el déficit público a 2,6% del PIB en 2018, a cero en 2019 y a lograr un superávit de 1% del PIB en 2020. Para lograrlo, el Presidente anunció draconianas reducciones del gasto público (en subsidios, inversiones y otras partidas) y la vuelta al "malísimo" (Macri) impuesto a las exportaciones. El ministro de Economía Dujovne negocia ahora una reformulación del acuerdo con el FMI, que podría incluir un incremento y un adelanto del crédito previamente acordado.
Un futuro difícil
Vienen tiempos duros para Argentina. Las draconianas medidas de ajuste fiscal y monetaria son inevitables, pero también son intensamente recesivas. Argentina está en recesión ahora y es probable que lo esté a lo largo de 2019. Los analistas proyectan tasas de inflación de 26% para 2018 y 41% para 2019 (récords mundiales después de Venezuela), reflejando la influencia dominante del traspaso de devaluación cambiaria a inflación, por encima del efecto morigerador que tiene la recesión sobre los precios.
El gobierno argentino requerirá de mucha perseverancia y capacidad política para implementar el programa de ajuste y reformas anunciado. Además, deberá ganar las elecciones de 2019, lo que bajo condiciones recesivas es difícil. Pero, para ello, Macri recibió un apoyo particularmente valioso por el prolífico autor de los "cuadernos de las coimas".
Consecuencias para Chile
Nuestro país no está blindado respecto de los efectos de la crisis argentina. Aunque es difícil aislar estos efectos de los vientos en contra que afectan a los países emergentes en general, las consecuencias adversas de la crisis transandina se deben a las cuantiosas inversiones de empresas chilenas en Argentina (que han acusado las mayores pérdidas en la bolsa chilena desde mayo), el deterioro del comercio bilateral y algún contagio reflejado en la prima de riesgo soberano, las valoraciones de precios de activos y el tipo de cambio de Chile. Sin embargo, a la luz de la coherencia de las políticas económicas y la solidez fiscal y financiera de Chile, cabe esperar que los efectos adversos que vienen de Argentina sean menores y transitorios.