El ruido en el estadio Monumental era atronador.
Miles de fragmentos que estallan en cadena y un sonido que aturde e incluso atemoriza, porque así debe ser en la guerra.
En el único de gol de Colo Colo, por cierto, el estadio explotó, pero también al final del partido o entremedio, y más bien en cualquier momento, porque los que compraron tantas bombas de ruido y tantos fuegos artificiales no se fijaron en gastos. Sin duda alguna. No lo hicieron porque dinero les sobra, el propio o el facilitado con ocasión de un clásico donde Universidad de Chile no llegó donde Agustín Orión, pero tampoco al área grande y más bien a jugar de igual a igual. Nunca superó el cero.
Probablemente en las batallas se escuchan tronaduras similares, como de metralla amenazante en el horizonte, con la diferencia de que acá el recinto es cerrado y el fuego parte en las tribunas.
A los 4 del segundo tiempo, en el área chica de Johnny Herrera, cayó unos de esos piñones de humo y la llama fue tan intensa y permanente que se necesitaron varios funcionarios para apagarla; no bastó pisarla, esparcirla con un cartón o empaparla con medio bidón de agua, porque seguía viva y quemante.
En todos los partidos, y más en el clásico de ayer, como fue notorio, el ingreso de banderas, lienzos y no digamos serpentinas, fue copioso y había material para regalar.
En el sitio del córner, las tiras blancas de papel ya cabían en varios sacos; y el humo blanco era bruma y caían las bombas en racimo, por lo que el árbitro Julio Bascuñán amenazó con suspender el partido: una vez más y listo, se acaba.
Hubo varias más y no pasó nada, porque el tema es delicado cuando se trata de una multitud enfervorizada y que además contó con autorización, probablemente, para ingresar tamaño polvorín.
No hay otra explicación para un arsenal tan rico y abultado en calibre, donde los pertrechos sobraron. Era cosa de escuchar el sonido abrumador. A cada rato, con generosidad y sin fijarse en las mechas y menos en los gastos.
Según Estadio Seguro hay una norma que permite el ingreso de lo que ellos llaman "elementos de animación regulados". En el acápite entran los ingenios de humo y pólvora, también las banderas gigantescas y no digamos los lienzos, más bien los murales colgados en las rejas.
Para que todo eso acontezca y se haga presente en un estadio, se necesita el visto de la autoridad administrativa.
¿Se les habrá dado autorización y permiso?
¿Dónde está la respuesta?
Eso será una cosa.
¿Dónde está la verdad?
En el sabor a pólvora, en el aire sucio y en el ruido abrumador.