El escritor mexicano Rafael Bernal fue un adelantado en muchos sentidos. Su obra teatral
La carta fue la primera exhibida en la televisión mexicana, en agosto de 1950. Su novela
El complot mongol, de 1969, es la pieza fundacional de la novela negra de su país. Ácida, con mucho humor negro y una representación cabal del espíritu de su tiempo, discurre en el barrio chino de la Ciudad de México, donde Filiberto García, un detective de oscuro pasado, tiene que lidiar a la vez con la KGB y la CIA para desarticular una amenaza sobre la paz mundial. Es inolvidable y no solo por su valor histórico. Tan importante es que Bernal corrió el serio riesgo de convertirse en un
one hit wonder de la literatura, pero, por fortuna, la antigua editorial Jus (recientemente comprada por Malpaso, un grupo editorial que ha sorprendido tanto por su rápido ascenso en el mercado como por los problemas financieros y judiciales que afectan a su dueño) ha lanzado nuevamente al mercado
Trópico, colección de cuentos que apareció por primera vez en 1946.
Bernal, a los 18 años, quiso dedicarse a la agricultura y se instaló en la costa del Pacífico, en el estado de Chiapas. Todavía era católico y no el descreído insigne que se trasluce en su obra posterior. Y se impresionó, sin duda, por la dureza de la vida en los trópicos, especialmente en los manglares y bosques plenos de mosquitos, serpientes y seres humanos abandonados a su suerte y al dictado de sus impulsos más básicos. En ese ambiente construyó seis relatos magníficos, que se adentran profundamente allí "donde las aguas se pudren inútilmente y la selva engendra la maldad en el corazón de los hombres". Hay un arriba, la sierra, donde el aire es puro y las aguas limpias, y un abajo, la costa, donde "están la muerte entre los lodazales, el oro fácil, el aguardiente y la sangre. Siempre la sangre". Hay un par de cuentos que tienen un final feliz: sus protagonistas logran derrotar a ese hado funesto que parece dictar su sentencia mortal día tras día y noche tras noche. Hay personajes siniestros, como El Chino, que se repite en un par de relatos, un domador de hombres que se aburre cuando ya todos se han quebrado ante su voluntad. Hay mujeres esclavas y degradadas, pero también alguna que merece otro destino. Hay un narrador capaz de crear ficciones que transportan allá, a esas tierras húmedas y peligrosas, y de traer al lector de vuelta, agradecido por el viaje.
Rafael Bernal.
Jus, Barcelona, 2017.
90 páginas.
Distribuye Océano.