Si algo le faltaba a Arturo Vidal, en la que puede ser su última gran estación en el fútbol europeo, era jugar en el FC Barcelona. Todo dependerá de los exámenes médicos en Cataluña, pero su recorrido en el súper profesionalismo es brillante.
Sin escalas pasó de Colo Colo al Bayer Leverkusen y triunfó en un medio inhóspito y desconocido para los futbolistas nacionales. No extrañó al perro ni a los amigos; simplemente apretó los dientes y jugó. Entendió, o le hicieron entender, que en la Bundesliga su vida y la de su gente cambiarían para siempre.
La Juventus lo instaló en ese grupo de futbolistas que conforman la élite y luego el Bayern Munich lo aprovechó en su madurez plena. Ni en la Vecchia Signora ni con los bávaros abrazó uno de los grandes objetivos que se impuso: levantar la Copa de Europa. Hoy, con 31 años, dispone de la posibilidad de sumarse a un club seductor, que en medio de tanto talento y jerarquía necesitaba un futbolista de su carácter para cuajar un plantel variado, donde el plus de Lionel Messi es un gancho innegable.
Como manda el folclore nacional, es probable que se comiencen a instalar teorías conspirativas de algún compañero en la mitad de la cancha o incluso del propio Messi, donde por lo general se plantea que existe un complot para perjudicar al chileno, simplemente porque es chileno y por eso no le dan pases o le pasan le pelota de mala forma...
Es tan relevante que Vidal vaya al Barcelona, que hasta es soportable que alguien escriba o mencione esas brutalidades, equivalente en el delirio con la "teoría" de la peligrosidad del 2-0 a favor.
Asomar después de los 30 años en el Barcelona es muy difícil. Por eso la década de Vidal en el fútbol más competitivo del mundo, a pesar de sus lesiones y líos conductuales, resume una carrera brillante. Lo justo es justo y no puede negarse el trabajo de su representante, Fernando Felicevich, quien fue capaz de poner en la carpeta de los catalanes a un futbolista cuyos antecedentes permitían voltearlo. Sin exagerar, por la dimensión institucional, la edad del jugador, la hoja clínica y los excesos extradeportivos del protagonista, esta es la mejor operación que hizo el empresario argentino. Se suma al traspaso de Enzo Roco al Besiktas de Turquía desde el fútbol mexicano.
Arturo Vidal se integra a un Barça que reconstruye su mediocampo, aunque es posible que la idea no se altere. Se fueron Iniesta, uno de los símbolos del glorioso ciclo de este siglo, y Paulinho, a pesar de que el entrenador Ernesto Valverde lo tenía en sus planes. Sergio Busquets es fijo como eje del juego, mientras Iván Rakitic viene con el empujón de su gran Mundial con la selección croata y el conocimiento de un estilo que en más de una ocasión dejó damnificados. Zlatan Ibrahimovic es quizás el ejemplo más relevante.
Sus rivales por una camiseta deberían ser el brasileño Arthur y el francés Ousmane Dembélé. El primero proviene de Gremio, donde fue campeón de la Copa Libertadores, mientras el galo dio la vuelta olímpica con Francia en Rusia 2018 y ya formaba parte del plantel. En el ataque, Messi, Luis Suárez y Coutinho son inamovibles.
Gran desafío para un jugador que con su perseverancia superó cualquier expectativa y merece nuevos capítulos en su libro editado en 2014.