Estos partidos internacionales son de ida y vuelta y duran 180 minutos.
90 allá y 90 acá, más los descuentos.
A veces se pasan rápido y a veces no.
Esto se ha dicho decenas de veces y es momento de creerlo, masticarlo y escribir en consecuencia.
No se trata de pesimismo ni de optimismo, porque no es un caso de estado de ánimo, sino de los hechos, que no son obedientes ni porfiados, sino que son como son y duran lo que duran. En este caso: 180 minutos.
El jueves pasado, en la gran ciudad de Buenos Aires, terminó el primer tiempo y Temuco va ganando por 2 a 1 a San Lorenzo de Almagro.
La segunda etapa, eso sí, se bate en campo propio, sureño, húmedo y muy chileno, así como la primera se disputó en terreno lejano y ajeno.
A partir de este punto se puede hablar tupido y parejo, y con harto concepto y métale análisis del blanco y del que mancha, es decir, futbolístico y psicológico, pero mejor que no, porque lo sabio y recomendable es aguardar con paciencia que el encuentro termine. Así está escrito en el libro de los que saben, un texto perdido y nunca encontrado.
El duelo, por lo tanto, se mantiene en compás de guarda hasta el regreso a casa, es decir, el miércoles 15 de agosto por la tarde noche.
Mejor descartar la alternativa de los elogios merecidos y los aplausos instantáneos. Así que a morder la lengua llaman y a amarrar las manos. Ni loas ni flautines ni liras, por dulces que sean. No consiste en silenzio stampa , sino en silencio estoico. Nada de recorrer el plantel a palmadas en la espalda y agarrones en el brazo, para insuflar ánimo y solidaridad. Dejemos de lado los géneros tradicionales, como el perfil del goleador Mathias Riquero o del histórico Cristián Canío o del duro Matías Donoso, un centro delantero mineral. Nada de cuecas ni de huifas ni de copihues. Cero abrazo con el entrenador Miguel Ponce, que por lo demás llegó con la última lluvia y acaba de asumir el mando. Tampoco aplaudir y vitorear a Marcelo Salas y su inversión en el club y el cariño por su tierra. Y menos revivir un pedacito de la historia, con el homenaje a un fiero defensa que murió el año pasado, don Arnoldo Magna, y que fue estrella cuando el equipo se llamaba Green Cross de Temuco, con esa cruz verde por el pecho que siempre fue una cruz paté y jamás una dominicana, Malta, floreada o de Lorena, porque en esto de la heráldica hay mucho que decir.
En vez de eso, en este momento suspensivo, es preferible la otra alternativa: no decir nada de nada.
Son 180 minutos.
El partido está congelado.
(*) Si hay una doble inscripción mal advertida -del jugador Jonathan Requena- y eso implica sanción de la Conmebol y pérdida del triunfo para Temuco, en ese caso, esta columna se autodestruye. Advirtamos, eso sí, con la necesaria dosis de estoicismo y coraje, que existe otra alternativa.