En el Mundial de Rusia 2018 se convirtieron 72 goles de pelota parada y unos 10 de ese total fueron por obra del VAR. El árbitro del partido solo después de ver las cámaras y escuchar por los audífonos, cobró penal. Sin el ingenio visual, sonoro y electrónico, no lo habría hecho. Así que se puede recalcular: sin el VAR los goles totales serían 62.
El récord en esta materia lo tenía Francia 1998 donde se convirtieron 61 goles de pelota parada, con el VAR, podrían haber sido 71.
Una cifra parecida a la de ahora, con uno por arriba o dos por debajo, por los fallos y ajustes, pero esos son los números.
En línea con los promedios históricos y las variaciones son por un componente añadido.
Algo ratificado por los 29 penales cobrados en Rusia.
En varios mundiales previos la cifra rondaba los 18. ¿Dónde están los diez restantes? En el VAR, dónde si no.
Conclusión: hay que mover la cabeza y no dejarla parada.
Muchos equipos eran francamente menores comparados con Chile y en un encuentro hipotético por cierto que ganábamos.
Algo de eso pensamos en España 1982 y perdimos con Austria por 1 a 0 y con Argelia por 3 a 2.
Y con Corea del Norte en Inglaterra 1966 y Camerún en España 1998, fueron sendos empates a 1.
El fútbol, cuando es en serio y real, dura 90 minutos por cada partido que se juega y existe.
Conclusión: en la imaginación, que para estos efectos es un ejercicio inútil, se gana siempre.
Olivier Giroud fue el centro delantero de Francia, el equipo campeón.
Un 9 de área grande y chica, según se dice.
¿Cuántos goles convirtió? Ninguno.
¿Cuántos partidos jugó? Los siete.
546 minutos en cancha, porque a veces lo cambiaron.
Los especialistas afirman que durante ese tiempo disparó 15 veces al arco contrario, pero solo acertó en una ocasión y atajó el portero rival, por cierto.
Un centro delantero que no marca no sirve, porque para eso está.
Un 9 que no hace goles no debe ser convocado ni llamado.
Un inútil.
Conclusión: el fútbol no es tan simple.
Diego Maradona es un personaje, pero del fútbol y mucho más allá.
De los Simpsons y como el compadre rico y latino al que Homero esquiva, porque es cómo mucho.
O un parroquiano de algún bar intergaláctico en la saga de Stars Wars.
En la tribuna, en trance y apoyado por los suyos y explicando que se tomaron todo, efectivamente, pero solo era vino blanco.
Y más allá de Rusia 2018 en un país y cargo impensado: en Bielorrusia y como presidente del Dinamo de Brest.
Digamos que entró al estadio sobre un Overcomer Hunta, un vehículo militar de 2.300 kilos, todoterreno y además anfibio.
Conclusión: el mundo del fútbol es inexplicable.