Basta decir "la Biennale" para saber que hablamos de Venecia y el evento mundial para artistas y arquitectos (en años alternos, respectivamente). La de Arte, que inauguró el concepto de exposición internacional cada dos años, se remonta a 1895, en los mismos giardini donde hoy se levantan los 30 pabellones permanentes de países privilegiados por su antigua participación, incluidos tres latinoamericanos: Brasil, Uruguay y Venezuela. En 1975, la Bienal de Arte incorporó una sección de arquitectura que fue creciendo en importancia, hasta que en 1980 se estableció la Bienal de Arquitectura propiamente tal, ocupando un fantástico, enorme y entonces aún oculto complejo amurallado en lo que fueran los astilleros navales de la república veneciana hasta el siglo XVIII, llamado Arsenale. Hoy, la Bienal ocupa ambos sitios, que suman 10 hectáreas y donde todo es superlativo: la exposición dura 6 meses y es visitada por 300.000 personas; participan 60 países y 70 arquitectos u oficinas que responden a la invitación directa hecha por la curaduría, esta vez de las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara.
Se destinan grandes recursos en los pabellones, que constituyen una vitrina de idiosincrasias nacionales y disquisiciones políticas, sociales y culturales a la vez que, en su conjunto, el panorama de la disciplina. En los tres días previos a la apertura al público, se produce una ebullición cosmopolita en torno a la bienal. Solo acceden la prensa internacional, los responsables de los pabellones y una fascinante constelación de invitados que incluye a próceres de la arquitectura venidos de todo el mundo; críticos, diplomáticos, políticos y una tribu engalanada, veraniega, vagando por tal vastedad de estímulos. Todos los pabellones se inauguran durante esos tres días, uno tras otro; los discursos y el prosecco fluyen interminables mientras se escuchan al pasar los idiomas del mundo.
Chile tiene una presencia en este encuentro. Además de los chilenos que han sido invitados a exponer en distintos años y de la curaduría de Alejandro Aravena en la bienal anterior, nuestra participación oficial comenzó hace 16 años y se consolidó hasta lograr el León de Plata en 2014. Este año nuestro pabellón es obra de la arquitecta Alejandra Celedón, quien expone un episodio clave en la historia urbana de Santiago: el proceso de "erradicación" que se llevó a cabo en los primeros años de la dictadura, encarnado en un acto en el Estadio Nacional en 1979. Ahí se entregaron terrenos a familias provenientes de 62 poblaciones, desarticulando antiguas organizaciones de base y dispersando a 37.000 pobladores en suburbios marginales que aún hoy representan segregación y conflicto social, y que ahora intentamos reparar con gran urgencia. El bellísimo montaje, la riqueza documental expuesta y un excelente catálogo ayudan a examinar con perspectiva crítica los actuales desafíos de nuestro país, de cara al mundo.