Juan Carlos Avatte, que murió en 2017 a los 76 años, fue un experto artesano que proveyó de pelo, prótesis y apariencias a la bohemia chilena y a decenas de clientes.
Fue propietario de un local por calle Rancagua, en Providencia, varias veces asaltado, e incluso en una ocasión huyeron con un botín de 75 millones de pesos, dicen, por el robo de 250 pelucas.
Lo apodaban "El padrino" o "Il siciliano" y su vida podría ser suficiente para un documental, pero la intención de los directores y la directora -José Luis Sepúlveda, Claudio Pizarro y Carolina Adriazola- se extiende hacia un universo mayor.
Avatte, porque gasta y es generoso, es el astro rey de una galaxia donde orbitan los dobles y las mujeres de la noche de oficios múltiples, donde algunos son más o menos nuevos -bailar en el caño- y otros antiquísimos.
En primera línea los imitadores de Sandro, Tom Jones o Camilo Sesto; entre medio, las mujeres nocturnas, y más atrás, alguna funcionaria y una empleada, alguien como la señora Rosa, que duele por lo escaso de su sueldo y por la angustia de lavar y lavar la suciedad de las fiestas y celebraciones.
Las anteriores obras de Sepúlveda, "El pejesapo" (2007) o la realizada con Carolina Adriazola: "Mitómana" (2011), ambas películas de ficción, circulaban por esos espacios de marginalidad, desventura de la carne y disfraz de la pobreza.
También "Il siciliano" enfrenta la realidad con la apariencia del cine, porque el trío de directores, en algún momento, cede su lugar y se filma lo que Avatte desea y no otra cosa: sobre una cama, desnudo y por cierto con una mujer, aunque la primera se niega.
Es un cine que transita por la promiscuidad y por unas vidas circenses que desprenden sus propias atmósferas: talento y patetismo, sueños y necesidad, alegría y resaca.
Es el protagonista de cumpleaños o invitando gente o colaborando con alguna causa, para que se dejen caer los cómicos leales, la vedette entrada en carnes o la corte de amigos y guardaespaldas que lo apañan y protegen.
Y tantos de ellos con sus pelucas, y él, Avatte, también con bisoñé, que se lo saca, para que alguna vez lo vean sin pelo, y luego lo olviden.
Es un documental, eso sí, que se desequilibra y rebalsa con la imitación, y con eso se queda.
No busca a los chilenos originales, sino su disfraz, mentira y aspiración, y por eso no hay explicaciones ni cifras de años y tampoco un montaje con algo de cronología que ayude a la biografía de Avatte, y menos algo tan convencional como los datos de sus padres o familia.
Le falta al documental lo que hace Nelson, ese trabajador flaco y desgarbado que de repente, y sin razón alguna, canta como Julio Iglesias.
Alguna vez con motivo, en la parroquia y en la hora de la despedida, frente al ataúd del muerto. Nelson, en ese momento, es más que el imitado: es una voz sencilla, clara y limpia.
Algo de eso, entonces, le falta a "Il siciliano".
Chile, 2017. Directores: José Luis Sepúlveda, Carolina Adriazola y Claudio Pizarro. Con: Juan Carlos Avatte, Nelson. 81 minutos. T.E.