Atractivas propuestas performáticas y de teatro documental hechas aquí ya tuvieron en escena a adultos mayores no profesionales de las tablas hablando de sí mismos y sus vivencias. "La conquista", estreno del ciclo Teatro Hoy, brinda la primicia de poner ante el público a doce prepúberes y adolescentes entre 10 y 16 años, para manifestar y hacer presente su experiencia personal como miembros de la última generación que se ha dado en llamar "centennials"; o sea "nativos digitales", representantes de la enorme brecha establecida con las generaciones precedentes por su apropiación de las nuevas tecnologías.
Codirigida por María José Contreras ("Pajarito nuevo la lleva") y Trinidad Piriz (la notable "Helen Brown"), ambas con una larga práctica en esta área teatral, pero que nunca habían trabajado juntas, hace que los chicos ejecuten una serie de cuadros y juegos grupales, siempre con el celular en la mano, en que cuentan cómo se relacionan con sus teléfonos y con la pantalla del PC, de qué manera esto determina el vínculo con sus familias, sus pares y el entorno, qué sueñan ser en el futuro. No se oye ninguna profesión liberal, y sí entre otras la de "controlador de tráfico de drones" o "analista de internet".
Ambiciosamente muestra que frente a nuestras narices ocurre un fenómeno global al cual no le prestamos la debida atención. Este es el tiempo en que la humanidad experimenta el paso de un paradigma cultural a otro, lo que involucra una forma distinta de aprender y pensar, de ver y entender la realidad.
Pero eso solo subyace en los 50 minutos de espectáculo. Este provee la novedad de escuchar a estos jovencitos compartiendo en primera persona cómo viven la tecnología y la hiperconexión. Ellos no hacen más que exponer unas vivencias particulares que no difieren mucho de lo que percibimos en el día a día y en nuestro mismo hogar. La obra se limita a enunciar manifestaciones cotidianas de una cuestión mayor. Sin nada nuevo o sorprendente que ofrecer, tampoco sugiere conflicto alguno; no califica como 'biodrama', otra designación para estas propuestas. Además, los juegos de luces e imágenes proyectadas que se intercalan entre las escenas habladas lucen invariablemente poco estimulantes en términos teatrales.
Así las cosas, la entrega, más que en sí misma, interesa por las conversaciones que genera cuando termina y los foros organizados que motive. Puede que al público adulto le deje gusto a poco, pero de seguro es incentivador que los adolescentes escuchen a sus iguales. Al respecto, una seria objeción: en el juego "Moral Game" se plantean varias alternativas de juicio moral que los asistentes también pueden votar con la pantalla de su celular, para ilustrar -suponemos- la conciencia binaria que genera la cultura digital. Elegir entre un niño y un viejo o un perro como víctima posible de un atropello fatal ya es bastante violento; pero pedir que se opte entre una guagua chilena y otra haitiana suena como una abierta incitación al racismo. Una provocación odiosa e innecesaria de quien la ejerce y para quien responde (y estamos hablando de jóvenes en formación).
Centro GAM. Miércoles a sábado a las 20:00 horas. Hasta el 30 de junio.