Señor Director:

No quiero imitar a Manuel J. Ortiz Ortiz, quien en su libro "Cartas de mi aldea" eleva un reclamo de docente angustiado a la prensa del siglo pasado. No. Solo presentar la inconsistencia inexplicable de haber celebrado el día de "no maltrato al adulto mayor" en un banco de la plaza de la comuna en que resido. Me pregunté cómo la entidad bancaria, a la que he entregado mi confianza y mis recursos de docente por casi treinta años, me golpea con el informe de un ejecutivo, que seguramente cumple normas y leyes.

Quiero relatarle cómo terminaron mis pretensiones de renovar mi tarjeta de crédito en la voz de mi ejecutivo: Su tarjeta con fecha de vencimiento 07/18 no se renueva. No se otorga a los mayores de 72 años. Motivo: La edad. Causa: El riesgo. Razón: Mi posible deceso. Culpables: Las compañías de seguros. Víctima: Yo.

Soy docente jubilada, viuda, independiente, tengo 78 años. Soy voluntaria educadora senior del Senama con niños a los que atiendo semanalmente. Realizo dos talleres de alfabetización para adultos mayores. Aprobé el primer semestre de un doctorado en educación y además pertenezco a dos agrupaciones de artesanos. Estoy viva y tan lúcida, que no espero ni siquiera el pago de la deuda histórica docente; pero tengo algunas preguntas que necesitan una respuesta: ¿Es de justicia que sepulten financieramente a un ser humano por la edad sin evaluar su condición intelectual, moral, profesional y social? ¿Será lógico que las personas viejas pierdan oportunidades y solo deban regar plantas, cuidar perros y tejer bufandas para los nietos, mientras esperan la carroza?

¡Bendito Coloane, que en su libro "El guanaco Blanco" repite la máxima de Plauto " Homo homini lupus " (el hombre es el lobo del hombre)! Empecé a sentir en carne propia esa verdad.

Ilka Soza
Normalista jubilada