La urgencia de que el fútbol chileno reformule la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas o por lo menos modernice y corrija el reglamento de la norma no puede esperar más. Sin desconocer el tremendo avance que desde su instauración han significado las SAD en el ordenamiento administrativo de los clubes y en el normal desarrollo de las relaciones laborales de los futbolistas con sus empleadores -y por ende de los campeonatos-, es imperativo que las anomalías que se registran en la propiedad de algunas instituciones y en los intereses cruzados de sus dueños respecto de las mismas sean enmendadas antes de que las aberraciones sean insolubles.
Las denuncias ya han sido escritas en numerosos artículos y columnas en este y otros medios. Pero nunca está de más subrayarlas, teniendo un ejemplo reciente: este martes, por la Copa Chile,Audax Italiano venció 5 a 0 a Coquimbo Unido. Que Audax gane ya es una noticia bombástica. Pero que los itálicos derroten al club de Primera B que pertenece en parte al mismo empresario que maneja los contratos de 14 futbolistas del plantel audino, es a todas luces una situación inconcebible en cualquier parte del mundo. Pero es así: Sergio Morales, ex administrador de Coquimbo Unido y actual socio capitalista del club, es un agente FIFA que se gana la vida representando jugadores. Más de la mitad del plantel profesional de Audax pertenece al "corral" de Morales, quien además es el que le gestiona la carrera de técnico a Juan José Ribera, entrenador de Audax. Qué más se puede decir si de intereses cruzados se trata...
Lo notable de esta circunstancia es que no hay nadie en la ANFP que no esté al tanto de esta impresentable sincronía y de otras más que son de público conocimiento. Más admirable es que la gran mayoría no lo considere algo inapropiado. Y lo sencillamente inexplicable es que ninguno advierta que estamos al borde de que el fútbol chileno se joda por completo una vez que estos truchimanes, también denominados
managers, empresarios, representantes o agentes, producto de sus negociados adquieran la mayor cantidad de porcentaje de clubes con la excusa de darles liquidez a los dirigentes y un campo laboral a sus jugadores, a quienes por cierto los estrujan hasta sacarles la más alta comisión.
No es posible, además, que el Ministerio de Justicia y el Instituto Nacional del Deporte sigan mirando olímpicamente para el costado cada vez que son impelidos a fiscalizar, y que continúen escudándose en que la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) es la que debe hacer la pega, cuando es de dominio público que la SVS solo supervisa los estados financieros de las tres SAD que cotizan en la Bolsa (Colo-Colo, la U y la UC) y que del resto de los clubes apenas revisa los balances ya auditados por empresas externas.
Es escandaloso, y no por lo novedoso, sino porque ya se tomó como un hecho de la causa, lo que está sucediendo con muchos clubes del fútbol chileno invadidos por alcahuetes comerciales de otros mercachifles de grueso pelaje revestidos de
factoring. Se requiere de una intervención profunda. De una limpieza total. Si no, cualquier día de estos nos encontraremos con que el fútbol chileno es dirigido por tipos a los que Sergio Jadue envidiaría profundamente.