La muerte de Alejandro de la Barra y su pareja, Ana María Puga, fue una de las noticias fuertes de fines de 1974, como lo atestiguan las portadas de diarios que aparecen en este documental. Dos meses antes había caído Miguel Enríquez, un golpe que desmoralizó a los grupos operativos del MIR y alimentó de desertores a los equipos de la DINA. La información pública era escasa y por lo general distorsionada, pero se sabía que el MIR estaba siendo objeto de una cacería de eficacia mortífera. De la Barra (a quien se consideraba el "cuarto hombre" del MIR) y Puga fueron emboscados en la tarde del 3 de diciembre de 1974 en las cercanías del jardín donde tenían a su hijo de un año y poco, y baleados sin vacilación. Sus cuerpos fueron llevados a Villa Grimaldi y más tarde entregados al Servicio Médico Legal. La DINA quería que se supiera de su exterminio.
El niño del jardín, Álvaro de la Barra, fue sacado de Chile con papeles falsos, pasó unos meses en París y luego hizo su vida en Venezuela, al cuidado de su tío, el cineasta Pablo de la Barra, que dejó sin exhibir en 1973 el primer largo de ficción mirista, Queridos compañeros (terminado en 1977 en Venezuela). A este tío cineasta se debe el copioso registro de la adolescencia de Álvaro, porque Pablo enviaba desde Caracas unas "videocartas" para la familia que quedó en Chile. El mismo tío, crecido en la lógica de la persecución, fue quien trató de evitar a su sobrino la verdadera historia de sus padres.Las "videocartas" subrayan esa grieta. Mientras las muestra, Álvaro de la Barra insiste en que hasta entonces no conocía de sus padres más que una sola foto de cada uno y la borrosa historia de unos héroes de la revolución. El principal objetivo de su regreso a Chile, ya en los 90, es recomponer esa historia que le ha sido elusiva.
Venían a buscarme desarrolla con cuidado su escaleta. Esta es solo una manera de decir, porque el documental siempre tiene algo de hallazgo, errancia y dispersión, algo que escapa al total diseño de un guion. Teniendo en cuenta esta tendencia, Álvaro de la Barra controla su relato, lo dosifica y se guarda las sorpresas para reponerlas como las vivió.
Sin separarse completamente del subgénero de las "historias de vida" de la dictadura, casi siempre desgarradoras, Venían a buscarme describe una enorme tragedia política, la derrota de una generación y el sacrificio de gentes demasiado jóvenes. Pero sobre todo describe algo más complejo: la implosión de una familia cuyos miembros -los que se van y se quedan- permanecen atados a la memoria de la tragedia.
La distribución de recriminaciones asoma solo tenuemente, pero ya sin vigor, exangüe. De cualquier modo, sería otra película. En cambio, la extensión geográfica del dolor -Santiago, sus alrededores, el sur valdiviano- sugiere que se habla de una familia más grande, quizá la que Chile ha sido por más de medio siglo. Con su limitado análisis -las emociones dominan-, esta película bordea esa idea.