El rumano Cristian Mungiu es un moralista, aunque habría que especificar que es un moralista en el buen sentido de la palabra, como moralista es Tolstoi o, más aún, Dostoievski. O como los hermanos Dardenne, para ir más cerca. Es decir, no predica desde un púlpito y condena desde la seguridad de ser más inteligente y bueno que sus personajes. Prefiere sondear en sus debilidades morales, en las posiciones y actos que, a pequeña escala, los hacen actuar de manera más correcta o desacertada. En su mejores momentos, Mungiu logra transmitir por qué actuar moralmente puede significar, a la vez, actuar mejor. Ser honesto o no, imponer los fines sobre los medios, nada de eso, para este director, da igual. Por eso es un moralista. Y lo es también porque, al menos en las dos películas que ha estrenado en Chile, su crítica de fondo es contra su Rumania natal, un país que a sus ojos aún no escapa a la corrosión social heredada de 40 años de socialismo real. Veamos.
"Graduación" (2016, Mejor Director en Cannes), recién estrenada en Chile, relata cuatro días en la vida de Romeo Aldea (Adrian Titieni), un médico con un matrimonio vigente solo con el objetivo de que su hija, Eliza (Maria Dragus), tenga la mayor estabilidad posible hasta que salga del colegio y concrete el brillante futuro que ilusiona a sus padres: estudiar becada en Inglaterra y escapar de la desesperanza que es Rumania. Sin embargo, el día previo a que Eliza comience los críticos exámenes finales, sufre un asalto que desatará la ansiedad, apenas contenida, del bueno de Romeo.
Como en "4 meses, 3 semanas y 2 días" (2007, Palma de Oro en Cannes), Mungiu confía en la acción para armar a sus personajes, algo que hace incluso con la madre de Eliza (Lia Bugnar), una mujer deprimida que apenas se mueve. La forma en que ella, pese a su debilidad, se convierte en un espejo moral de Romeo, oponiendo razones éticas frente a la compulsión de este, es uno de los muchos aciertos de la cinta. Otros tienen que ver con la manera en que Mungiu poco a poco hace aparecer el entramado valórico de Rumania. Más allá de los pequeños actos de violencia que recibe la familia de Romeo, están sus relaciones con colegas y amigos. El inspector de policía (Vlad Ivanov), por ejemplo, amigo personal de Romeo, mientras investiga el asalto de su hija le pide que interceda por el alcalde en la lista nacional de donaciones de hígado. Romeo se muestra renuente, pero el policía le explica que "es un buen hombre", que ha ayudado a mucha gente. Romeo entonces, con la intención de proteger a su hija, comenzará a reproducir justamente lo que desprecia de Rumania. Y la frase "es un buen hombre" comenzará a repetirse. En un mundo de instituciones débiles, sometidas a quienes las controlan momentáneamente, priman la influencia y el dinero bajo justificaciones bondadosas.
La cinta cifra cierta esperanza en la figura de Eliza, que en estos cuatro días aprende rápidamente de las debilidades de su padre y consigue los recursos morales para controlar su destino. Puede que aquí Mungiu caiga en la ingenuidad de creer que la nueva generación se forjará un futuro más limpio y justo. O puede que realmente sienta que Rumania está cambiando. Es difícil juzgarlo. En cualquier caso, se trata de una debilidad menor en una cinta que nos obliga a recordar que los medios son tanto o más importantes que los fines.
Graduación
Dirigida por Cristian Mungiu.
Con Adrian Titieni, Maria Dragus, Lia Bugnar.
Rumania, Francia, Bélgica, 2016, 128 minutos.