La Cuenta Pública de Piñera estuvo marcada por sus omisiones. Las dificultades que enfrenta para ordenar a su sector y alinearlo con los procesos de apertura que vive la sociedad chilena, obligaron a postergar reformas como la adopción homoparental y la Ley de Identidad de Género. El gran escollo que enfrenta Piñera para llevar adelante su agenda ha sido interno. Así ocurrió con el proyecto de eutanasia y con las resistencias que suscitaron sus propuestas de una mayor igualdad formal entre mujeres y hombres.
La disputa política que hoy ordena el escenario es la que se vive al interior de la derecha. Desde la galería, la Concertación y los defensores del legado del gobierno de Bachelet, acusan que este ha robado sus banderas. Lo cierto es que, tras 40 años ininterrumpidos de subsidiariedad estatal y políticas focalizadas, lo que evidencia la Cuenta Pública es el retorno a La Moneda de los originales gestores del modelo.
Piñera no roba discursos ni cambia de bando. Al revés, hoy vuelve el "original", el sector político que diseñó y fundó el modelo económico y el Estado subsidiario, mientras la que sale es una coalición que, aunque prometió superar los esquemas neoliberales heredados de la dictadura, terminó atrapada en ellos, profundizándolos.
Aunque parezca paradójico, la vida de la vieja Concertación depende de la resistencia de la derecha más conservadora a Piñera. Si el actual gobierno se impone, la Concertación no tiene ni proyecto histórico ni defensa política posible ante un Piñera más Cieplan que Libertad y Desarrollo. La conducta de la Concertación de oponerse a todo -de negar "la sal y el agua"- adquiere ya un tono infantil más que radical. Su dependencia de los exabruptos de los ministros para producir hechos políticos, desnuda en realidad su tremendo desarme político.
Los malestares actuales de la ciudadanía no solo se expresan en demandas económicas resolubles con bonos o subsidios. La búsqueda de mayor control de la vida propia y mayor espacio a la singularidad de cada individuo, son demandas que entrañan la necesidad de una expansión democrática del Estado, que permita recuperar los derechos sociales usurpados a la mujer, la infancia, la vejez, la educación y la salud.
He aquí el desafío histórico del Frente Amplio. Recuperar una discusión sustantiva sobre la concepción de Estado, derechos sociales y modelos de desarrollo, que permita abrir camino a un nuevo ciclo político, fuera de las fronteras del pacto de la transición. Al contrario, no llegará lejos si apuesta a un entendimiento cupular con la vieja Concertación. No hay nada de nuevo en una radicalidad puramente mediática contra Piñera, ni en acuerdos tras bambalinas para entendimientos electorales. El Frente Amplio tiene como desafío presentar a la sociedad un proyecto nuevo. Un proyecto capaz de reordenar el cuadro político y, de tal modo, organizar el diálogo necesario con las demás fuerzas políticas.
La ciudadanía ha percibido que a más mercado no ha habido más libertad, lo que ha dejado en descrédito a la derecha. Sin embargo, también ha quedado claro que la actual expansión del Estado no ha traído más igualdad, con lo que la Concertación tampoco ha cumplido su promesa inicial. Frente al fracaso de estas fuerzas y el incumplimiento de sus promesas, el Frente Amplio está compelido a enfrentar la raíz de este malestar, presentando un proyecto que efectivamente logre expandir la libertad de las personas y construir espacios de mayor igualdad. Solo de este modo podrá convocar a las mayorías que están fuera de la política, y ser incidente en el reacomodo de fuerzas que se vislumbra en el horizonte.
Carlos Ruiz Encina
Fundación Nodo XXI