El doctor Romeo Aldea (Adrian Titieni) y el jefe de la policía (Vlad Ivanov) fueron compañeros de colegio, crecieron en la dictadura de Ceaucescu y ahora, a los 50 años, se ayudan y entienden.
Ambos hombres, en una secuencia, conversan y describen un país donde una llamada telefónica, un favor, el contacto adecuado o conocer a la persona correcta, van solucionando lo que tiene solución: conseguir una beca, subir la nota en un examen o saltarse la lista para un trasplante de hígado.
Esta es una película donde la corrupción es tan sin rubor y ruidos, que por supuesto no parece corrupción, parece amistad, costumbre o tradición.
El más viejo y torcido, el señor Bulai (Petre Ciubotaru), está enfermo, es amable y se mantiene fiel a su prédica: "Las personas deben ayudarse entre sí".
Esto ocurre en un pequeño pueblo por Transilvania, donde el doctor Aldea se desvive por su hija de 18 años a punto de graduarse. Y le habla a Eliza (María Drugas) de Kensington y de un parque lleno de ardillas, y de viajar a estudiar psicología a Inglaterra, un lugar más civilizado que ese pueblo triste y apagado donde los permisos de construcción son flexibles, los profesores hacen la vista gorda y las exigencias municipales son elásticas.
Cristian Mungiu, que también dirigió "4 meses, 3 semanas, 2 días" (2007), ganó el premio a Mejor Director en el Festival de Cannes, por una película que se sumerge en unas vidas normales y cotidianas donde ninguna es extraordinaria y nadie sale de lo común. Y por eso el color nublado y gris que todo lo iguala: un asalto y un intento de violación, una amante oculta, una pesquisa policial, un examen adulterado o una abuela enferma.
Mungiu filma con singular pericia narrativa, porque la continuidad es perfecta y el ritmo de la rutina se sostiene en la velocidad de crucero, donde todo puede suceder, pero nada va a cambiar y se mantendrá el cansancio de los días.
El doctor Aldea le recuerda a su esposa Magda (Lia Bugnar) que ellos alguna vez intentaron cambiar las cosas y no lo lograron. Su esposa lo escucha, pero no asiente.
Ahora, en la actualidad, hay otra cosa que desea cambiar y para eso se esfuerza, inmiscuye y pide. Quiere que Eliza siga otros pasos y por eso las clases privadas de inglés, la acompaña a los exámenes, ruega por su beca y el viaje al extranjero, para que sea una mujer distinta y mejor que él, desde luego; y también que su país, por cierto.
Y todos los personajes -y esto es lo estremecedor de "Graduación"- están filmados con un cariño y comprensión monumental, porque nadie será juzgado ni tampoco condenado.
No hay que exagerar las faltas ni las penas.
El jefe de policía una vez se deprimió y el psiquiatra le recetó dos recipientes con bolitas. En uno de ellos los días transcurridos, y en el otro, los que le faltan para jubilar.
Los días no son más que bolitas y así es la vida: plana, opaca, igual y parecida.
"Bacalaureat". Rumania- Francia-Bélgica, 2016. Director: Cristian Mungiu. Con: Adrian Titieni, María Dragus, Lia Bugnar. 128 minutos.