Querida Elisa:
Acabas de cumplir un año. Y Chile está viviendo lo que para algunos es la mayor ola feminista de nuestra historia. Mientras te escribo, más de 20 universidades están en tomas y/o paros, exigiendo protocolos contra el acoso y abuso sexual, una educación no sexista y otras reivindicaciones de igualdad de género ampliamente anheladas y tristemente postergadas. Puedo decirte hoy que miles y miles de jóvenes, a punta de marchar por las calles de Santiago, sin miedo, enérgicas, vitales, algunas a torso desnudo y con originales máscaras, han logrado poner estos temas en noticia de primera plana y prioridad política transversal. Se especula si este movimiento será el equivalente a la Revolución Pingüina de 2006 o la de los dirigentes universitarios en 2011.
Elisa, esta es una causa que ha alcanzado hoy una transversalidad nunca antes vista. Dirigentes de derecha que antes eran contrarias a toda política de acción afirmativa ahora se declaran sin tapujos partidarias de las cuotas, pues no ven otra forma de apurar el tranco. Sin ir más lejos, el mismo Presidente Sebastián Piñera dijo hace unos días que "eliminar todo tipo de discriminación contra la mujer es parte de un verdadero desarrollo integral". De derecha a izquierda, la igualdad de género se ha tomado la agenda.
Pero, Elisa: también tengo que decirte que no todo el horizonte es auspicioso. Algunos aplauden en público, pero en privado critican con acidez lo que consideran una revuelta de mujeres "exageradas", "feminazis", que están haciendo una "caza de brujas" contra los hombres. Incluso un ministro se permitió hablar acerca de las "pequeñas humillaciones" que sufren las mujeres en la universidad.
Las humillaciones no son pequeñas, le replicó la ministra de la Mujer, Isabel Plá. Y es que este movimiento surgió por el hartazgo de las universitarias en casos de acoso y abuso sexual, pero también ha unido los puntos que conectan la terrible recurrencia de esos abusos con el hecho de vivir en una cultura machista. Entonces, querida Elisa, estas mujeres jóvenes no solo marchan para que no te acosen ni abusen de ti tus profesores o tus jefes. También luchan para que no ganes un 30% menos que tus colegas hombres, para que no tengas techo de cristal en tu trabajo ni que los cargos superiores te sean vedados. Están peleando para que te sientas segura en la calle, para que tú compartas el trabajo parental y doméstico con tu pareja, para que nadie te calle.
Ellas marchan, querida Elisa, para que ojalá tu generación, la que hoy da sus primeros pasos, sea la primera en la historia de Chile que camine con los mismos derechos y deberes que los hombres.