"Desobediencia" parte sólida y segura, con la prédica del rabino Rav Krushka (Anton Lesser), un maestro para los suyos y sobre todo para su discípulo Dovid (Alessandro Nivola). En esa secuencia, como en otras, la cámara registra los rituales de una comunidad judía ortodoxa en el Londres actual, y se trata de un grupo cerrado y férreo donde la presencia y supremacía masculina son manifiestas.
Ese comienzo viene con una muerte, la del rabino Rav, y una llamada a Nueva York, donde vive su única hija. La fotógrafa Ronit (Rachel Weisz), entonces, viaja a Londres para participar de las exequias fúnebres y se reencuentra con un mundo del que huyó.
Durante la primera parte de "Desobediencia", lentamente y por chispazos, Ronit se enfrenta en una cena o en una ceremonia o solicitando el testamento de su padre, con una comunidad que la recibe con desconfianza y hosquedad, pero como todo esto se produce dentro del marco de un momento fúnebre, prevalecen las normas y la educación. Los límites se tensan, pero nadie los traspasa.
Esta es la primera línea de "Desobediencia", pero la historia no es tan simple.
Hay una segunda línea con razones más poderosas, nunca verbalizadas y son estos los mejores momentos de la película: el gesto de desprecio de un religioso, la inquisición de la familia o hasta el rechazo físico que provoca la recién llegada.
Para esa comunidad hay un pecado en ciernes oculto y latente, y de eso no se habla.
Se trata de un amor entre mujeres que es visto como prohibido, una inclinación hacia lo deforme y por tanto un descenso a una condición bestial.
La película, de hecho, se abre con la inspirada prédica del rabino Rav, un personaje omnipresente en la historia, que habla de las fuerzas que habitan dentro de lo humano.
Es un amor entre mujeres, entonces.
Ronit hizo lo que correspondía: irse del reino.
Esti (Rachel McAdams), en cambio, aún vive entre ellos y es miembro de la comunidad ortodoxa.
Y entre ambas, el rabino Dovid.
En la última línea está el derrotero del desenlace, y en este tramo decisivo la película se esponja y reblandece.
La suma de finales revela los problemas de un drama que busca la sorpresa y cierto suspenso, pero tantas alternativas también reflejan lo ligero y volátil de Ronit, Esti y Dovid, personajes livianos que no terminan siendo coherentes con su ideario, parlamentos ni visión de mundo.
Lo que hasta ese momento había planteado "Desobediencia" se disuelve como si lo anterior no hubiera sido más que un espejismo mecánico y una simple ilusión de rebeldía.
La película quizás se resiste a terminar como lo hace y por eso el abanico de finales danzantes, donde alguno de ellos, siempre en teoría, encaja mejor con el cine de Sebastián Lelio.
La opción elegida y final, sin embargo, es inesperada por lo desdentada, insólita por lo convencional y también frustrante porque es propia de un cine conservador y tranquilizador.
"Disobedience". Reino Unido-EE.UU.- Irlanda, 2017. Director: Sebastián Lelio. Con: Rachel Weisz, Rachel McAdams, Alessandro Nivola. 114 min. 14 años.