Se han cerrado los dos primeros meses de Gobierno. Para un hombre acostumbrado a comprar papeles futuros en los mercados bursátiles, si a Piñera le hubieran ofrecido este escenario, a esta fecha lo habría tomado. Una popularidad que todavía está por sobre el 50% sin que, por ahora, nada haga presagiar que una ráfaga inesperada pueda cambiar radicalmente la dirección de la veleta.
Las razones de las cuentas alegres se resumen en cinco:
1.- De las piñericosas al piñeriestadista.
A diferencia del primer gobierno, a Sebastián Piñera se le ve sereno y reflexivo. La ansiedad comunicacional y la incontinencia verbal han dado paso a un estilo más republicano. Eso ha hecho que esté mucho menos expuesto a los errores y horrores como los que ocurrieron en su primer gobierno. Las piñericosas parecen haber quedado atrás, junto con la parka roja. Y eso le ha ayudado. Al menos hasta ahora. Eso sí, dos meses es poco tiempo para saber si el escorpión -siguiendo a la fábula de Esopo- ya olvidó completamente su naturaleza.
2.- La economía, estúpido.
La famosa frase de Bill Clinton parece estar cobrando más vigencia que nunca. A Piñera se le va a juzgar, antes que nada, por el crecimiento económico. Esa es su principal bandera, y los resultados ya empiezan a materializarse. Muchos dirán que este Gobierno no ha hecho nada todavía para que la economía se acelere. Y es cierto. Pero hay que acordarse de que ya autores previos a Adam Smith se dieron cuenta de que las expectativas son claves. Y esas cambiaron en diciembre. Eso explica el Imacec de marzo de 4,6% y que las perspectivas futuras sigan creciendo, pese a la señal de alerta que significa la luz roja puesta sobre los países emergentes.
3.- La calle dormida.
El trauma de 2011 sigue siendo grande. Las 300 mil personas en la Alameda donde padres, hijos y abuelos levantaron su voz por la educación no solo obligaron a poner vallas alrededor de La Moneda, sino que significó un gran nerviosismo del que recién pudo salir en 2012 con la llegada de Chadwick.
El fantasma del malestar tantas veces esgrimido por Bachelet parece haberse evaporado. Una marcha estudiantil débil, y ahora "tomas feministas" dan cuenta de temas "postmateriales" de los cuales el Gobierno no puede ser sindicado como responsable. La marcha de las AFP, por su parte, pudo haberse realizado en la sede de un centro de madres, y habrían sobrado sillas.
La calle está dormida. Al menos por ahora.
4.- Oposición incómoda.
La oposición todavía no logra articularse. Nadie sabe con quién juntarse. El PPD y la DC están divididos. Para peor, las famosas y discutibles comisiones gubernamentales han puesto en una compleja posición a las dos coaliciones, entre los que quieren colaborar y quienes quieren mantenerse al margen. Hoy no hay liderazgos ni muchas ideas. Pero evidentemente ha pasado poco tiempo. Pese a aquello, la conformación de la "gran coalición" que junte a todos -desde la DC hasta el Frente Amplio- se ve muy difícil, dada la ausencia de mínimos comunes denominadores. Y a "oposición revuelta, ganancia del Gobierno".
5.- Ausencia de fuego interno.
En el gobierno de Piñera I estuvieron Carlos Larraín, Manuel José Ossandón y Jovino Novoa, quienes fueron verdaderos francotiradores desde la propia trinchera. Hoy aquello no existe. Algunos -como Larraín y Novoa-, porque han pasado a los cuarteles de invierno. Manuel José Ossandón, por su parte, se dio cuenta de que si quiere ser el próximo candidato, tiene que ser leal a Piñera. Al menos mientras su popularidad sea alta. Y tal como en el sexo, en la política se conforman extraños compañeros de cama. Este es, sin duda, uno de aquellos.
Cinco razones para que el Gobierno esté tranquilo. Pero...
Todo lo anterior puede cambiar. Y puede cambiar en poco tiempo. Sabida es la vieja frase del ex Premier británico Harold Wilson "una semana en política es mucho tiempo". Y algunas luces amarillas ya se han encendido, especialmente en lo que dice relación con los autogoles ministeriales.
Y si bien hasta ahora no han sido errores gruesos, las cosas van sumando. El primero fue Varela, el segundo Santelices y ahora el caso del viaje de Larraín a Harvard. En todos los casos, al menos, gruesos errores comunicacionales, el último de los cuales todavía no está resuelto. El argumento de la "pequeñez" no se sostiene. Y es aquí donde el Gobierno corre su mayor peligro. En no entender a cabalidad la importancia de la estética política y en no comprender que los estándares de Chile cambiaron (eso se vio también con la nominación de Pablo Piñera en Argentina). Ese es su principal fantasma por ahora. Pero queda mucho por delante.