Héctor Tapia llegó para quedarse por un buen tiempo. El resto es pecar de ingenuo o confirmar que los dirigentes no aprenden de los errores propios y de los ajenos. Por eso no se sustenta ni tiene coherencia el discurso desplegado por los nuevos controladores respecto a que el entrenador arriba de manera transitoria, porque su contrato establece que a fines de esta temporada será revisado.
Es un hecho que los dirigentes de Colo Colo siguen empecinados en creer que la gente se traga todo lo que le cuentan por el simple hecho de que es la autoridad del club la que está hablando. Después de todo lo que le ha pasado dentro y fuera del club, Gabriel Ruiz-Tagle debería hacer un esfuerzo por hablar honestamente y advertir que incluso antes de que asumiera la presidencia, su candidato a la banca siempre había sido Tapia, sin importar si llegaba o no un director deportivo o si Pablo Guede traicionaba el protectorado de Aníbal Mosa y se mantenía al mando.
Tampoco resulta muy comprensible que en un plan a mediano plazo, como fue el anunciado por el propio presidente albo, se pretenda empezar el proceso con un entrenador provisional. Ni siquiera es razonable que Tapia, quien comenzaba a proyectar una nueva carrera como comentarista de Canal del Fútbol, aceptara una oferta de solo unos meses, como si se tratara de un entrenador principiante, más allá de que tampoco se le puede considerar un tipo joven.
La opacidad exhibida durante estos días en el club no ha sido una señal de cambio respecto de la anterior administración. ¿Qué tiene de malo aclarar que a Tapia se le aprobó un proyecto para dirigir Colo Colo hasta 2019 porque forma parte del plan maestro? Si el entrenador cuenta con un total respaldo directivo, si los planes de una fuerte capitalización del club contemplan una eliminación temprana de Copa Libertadores, si la llegada del director deportivo dependerá de la afinidad que tenga con el cuerpo técnico, si el título no es una condición para que Tapia continúe, es difícil entender la dialéctica ocupada por Ruiz-Tagle. Salvo que todo sea una mascarada...
La primera gran apuesta del nuevo directorio albo no ha sido un proceso convincente. Las urgencias por operarse de las herencias de la anterior gestión conducida por su opositor han hecho que Ruiz-Tagle opte por una versión que solo termina dañando el trabajo de quien justamente quiere potenciar. En lugar de elegir la vía transparente y allanarle el camino a Tapia, se ha escogido una fórmula difusa, incómoda, como si de repente no se quisiera comprometer ni salpicar con el difícil futuro inmediato de Colo Colo.