La historia bordea el ridículo: una estación espacial donde se hacían experimentos genéticos con animales (!) termina perdiendo unas muestras que caen al planeta, y que afectan a un par de especímenes transformándolos en gigantescos monstruos asesinos mutantes. Uno de ellos es un gorila albino llamado George, que está en un zoológico bajo el cuidado del especialista en primates y ex agente del gobierno Dwayne Johnson (era que no). Pronto todo en la película es destrucción, edificios demolidos y tanques y aviones intentando detener a las criaturas, con su invencible protagonista corriendo entre medio de los escombros y los misiles teledirigidos. Con lógica de dibujo animado y secuencias que perfectamente podrían ser parte de un remake sin mucho gusto de "King Kong" y/o "Godzilla", la película asume completamente su naturaleza de cine B con espíritu Z, y despliega sin asco todos los lugares comunes posibles en una experiencia que solo puede compararse con una muy satisfactoria dosis de comida chatarra. Es decir, no hay mucho valor nutritivo y probablemente su consumo nos haga mal, pero de que cumplió, cumplió.
"Rampage". EE.UU., 2018. 107 minutos, todo espectador.