La última película de Silvio Caiozzi tiene una de sus bases en las novelas y cuentos de Jaime Casas, no por un título en particular, sino por la obra general del escritor de Coyhaique, que con el director fueron los autores del guión.
Hay otros sonidos que ingresan al viaje de Pancho Veloso (Julio Jung) a su natal Chiloé, cuando regresa de viejo y como escritor a un lugar pretérito con el propósito de encontrar lo que quedó perdido en el pasado: un amor, un país, una manera de pensar.
En la obra de un tercer escritor, José Donoso, también hay movimientos de fantasmas, memorias y telarañas que nunca dejaron de crecer y que no están muertas, pero sí arrinconadas, ocultas y sin esperanza.
La mitad de la obra de Caiozzi se conecta precisamente con Donoso, por "Cachimba" (2004), "Coronación" (2000) o "La luna en el espejo" (1990), y con mundos que no fueron y que simplemente no pudieron ser.
Universo de pesares y frustración, donde se arrastra algo triste e indecible que es inútil, pero también extraordinario. Algo que se condensa en el gesto del personaje de Nelson Brodt, un intento pequeño, pero grandioso: asir el sol con una mano.
"...Y de pronto el amanecer" luce con orgullo y coraje la voluntad totalizadora de reflejar una vida y una obra: la de Silvio Caiozzi.
Hasta el extenso metraje indica que el cine, en este caso, no es un asunto comercial, sino un reto íntimo e personal.
En esta encrucijada de años y filmografía no hay otra alternativa.
Es la niñez y juventud sobre una tierra que se juraba prometida. Es la fachada del cine Austral, un duende volador bajo un árbol, los juegos de niños, las fiestas populares, un burdel en el pueblo, el primer sexo y amor. Es la alegría franca, la inocencia y el descubrimiento de las películas.
Es la vejez y el retorno a esa tierra que aún vive en la memoria y en la mitología de Pancho Veloso, que ya no pretende contar la gran historia y se conforma con cuentos y artículos por encargo. En esa búsqueda se reencuentra con Luciano (Arnaldo Berríos) y Miguel (Sergio Hernández), y a las antiguas amistades, como se sabe, más las unen los recuerdos que la verdad.
En el medio, como faro y principio, está el Golpe de Estado y un sentimiento nuevo y desconocido que se incrusta en los personajes: el miedo.
Al prójimo, eso es lo primero y evidente, más si está armado y luce uniforme, pero lo desgarrador y temible es el miedo a uno mismo, a la propia debilidad y su correspondiente miseria.
Caiozzi filma el bosque nativo y sus helechos, líquenes y musgos, que cubren con verde el verde, como telas de la memoria, una sobre otra.
También funerales, cumpleaños, entierros y epitafios, para que el comienzo y el final queden en la misma tierra.
Filma lo enorme del cielo cuando atardece y cuando un hombre quiere atrapar el conocimiento, entender la historia, comprender lo que ocurrió e incluso perdonar a los suyos.
Quizás saber si su vida y obra tuvieron sentido.
En fin: quiere tomar el sol con una mano.
Chile, 2017. Director: Silvio Caiozzi. Con: Julio Jung, Sergio Hernández, Pablo Schwarz. 195 minutos. T.E. +7.