En veintiún días madura un pollo lo necesario para salir del cascarón. No es tiempo suficiente para hacer un balance de un gobierno que durará 4 años, aunque ya se ven algunas fortalezas y debilidades.
Entre las primeras destaca un estilo más solemne y republicano del propio Presidente, quien ha hecho desaparecer las "piñericosas" y desafía con éxito el viejo dicho que afirma que los perros viejos no aprenden trucos nuevos. Hasta aquí ha mantenido la majestad del cargo, en claro contraste con su primer gobierno.
Una segunda característica que debe contarse entre los haberes de este gobierno es su comprensión de que el presidencialismo chileno es uno de coalición y no uno personalista. Hasta los debates valóricos entre liberales y conservadores han logrado mantenerse en niveles de conflicto tolerables en los partidos de derecha.
El tercer gran logro del Gobierno es el de haber cambiado la agenda. Chile ya no debate las iniciativas del gobierno de Bachelet o los temas favoritos de la Nueva Mayoría o del Frente Amplio. Los tópicos que el Gobierno instaló para buscar cinco grandes acuerdos nacionales y otros cómo migración, pensiones y modernización del Estado, ninguno de los cuales resulta incómodo a un gobierno de derecha, parecen haber desplazado los más informes de cambios del modelo, los que la derecha no podría administrar. No es poco lograr en política que cambie el sentido del viento. Además, poder responder que los niños vulnerables están primero resulta demoledor para cualquiera que pretenda movilizarse públicamente por reivindicaciones que importen gasto público. ¿Defectos? Al menos tres notorios: El primero es que ha quedado de manifiesto que los equipos programáticos de Piñera no terminaron de hacer las tareas. Tras los tópicos propuestos no siguieron de inmediato proyectos de ley, los que habrían aprovechado el buen ambiente. El acuerdo que se propone para La Araucanía, no poco de los que se hará con el Sename y casi todo lo relativo a seguridad ciudadana sigue en titulares. para gobiernos de 4 años con "lunas de miel" cortas resulta imperativo llegar con proyectos listos y no solo con ideas fuerza.
El segundo gran déficit del Gobierno es que, luego de anunciar su impronta de recuperar la política de los acuerdos, no ha especificado cómo y dónde se producirían los diálogos para alcanzarlos. Entonces, cuando, por ejemplo, Piñera anunció en la Araucanía las ideas matrices de lo que sería su proyecto para reformar la Ley Antiterrorista, los parlamentarios opositores lo acusaron de no buscar los acuerdos. Por mi parte, hago votos para que, sin perjuicio de diálogos muy preliminares, de aquellos que se limitan a tomar la temperatura, las formas de buscar acuerdos sean las formales y reguladas sesiones del Congreso. Allí es donde el Presidente debe enviar sus mensajes, explicitando los propósitos que lo mueven y lo que espera alcanzar con cada una de las normas que propone, y donde los parlamentarios se ven obligados a dar sus opiniones en sesiones públicas, de las que se guarda algún registro. Esas formas públicas y altamente reguladas, y no a la opacidad del llamado trabajo prelegislativo, son las que la Constitución establece para que se verifique una deliberación democrática. Afortunadamente, la opinión pública está cansada de negociaciones de cocina.
La falta de claridad acerca de esas formas ha provocado reyerta política, y entonces ha surgido la tercera debilidad del gobierno de Piñera: la vocera ha decidido salir, en tono belicoso, a acusar a parlamentarios opositores de no entender que ellos perdieron la carrera presidencial. Frases como esas y aquellas en que les acusó de ser cómplices de la golpiza a Kast, más allá de su mayor o menor correspondencia con la realidad, son mucho más propias de una campaña que de un gobierno que busca un clima de acuerdos.
Más claros que oscuros, pero estos últimos pueden terminar aguando los primeros.