Llueven los libros sobre Donald Trump. El Presidente norteamericano es un protagonista de la industria editorial, y cada mes se lanzan nuevos volúmenes que tratan de explicar el fenómeno del líder populista.
Uno de estos libros es "How democracies die " (Crown, 2018), escrito por dos profesores de Harvard, que han estudiado el surgimiento de los autoritarismos en todo el mundo, desde Hitler a Chávez, desde Mussolini a Rafael Correa, pasando por líderes turcos, filipinos, argentinos, polacos y, por supuesto, incluyen a Fujimori y Pinochet. La preocupación de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt es ver cómo las democracias van perdiendo la batalla cuando emerge un líder con afán autoritario, y el sistema no es capaz de poner los resguardos para evitar su ruina.
Es obvio que se trata de Trump, y cómo su gobierno puede poner en riesgo la democracia, que por 230 años se ha defendido de varios dirigentes populistas que tuvieron aspiraciones presidenciales y cayeron bajo la maquinaria del establishment . Para evaluar sus intenciones, elaboran una tabla de cuatro indicadores -basada en el libro del politólogo Juan Linz y Alfred Stepan (1978), sobre el quiebre de los regímenes democráticos, en el que sobre Chile escribió Arturo Valenzuela- que dan señales de alarma sobre inclinaciones autoritaristas.
Según los autores, Trump los cumple todos: rechaza en discursos y acciones las reglas democráticas; niega legitimidad a sus oponentes; tolera o fomenta expresiones de violencia en sus partidarios, y muestra voluntad por recortar libertades civiles de los opositores y de los medios de comunicación. Surgen ejemplos de tuits, discursos y declaraciones que, vistos en su conjunto, muestran un cuadro preocupante de poco respeto por las normas cívicas que han permitido la estabilidad en un país cruzado por escisiones, pero que, nunca como hoy, ha estado tan polarizado.
La responsabilidad de estas divisiones, dicen, no es toda de Trump, porque el clima poco colaborativo viene de mucho antes, y el actual Presidente las usó para encumbrarse hasta la Casa Blanca. Analizan cómo emergen antagonismos profundos entre demócratas y republicanos, cómo el obstruccionismo de opositores a gobiernos del otro partido y la radicalización del Tea Party influyeron en la pérdida de la "tolerancia bipartidaria", útil políticamente, pero desastrosa para la convivencia cívica.
Leer este libro es una alerta de cómo poner barreras a la degradación de la política y coto a las ambiciones desmedidas de un líder carismático. No hay recetas, salvo dejar de lado ambiciones de corto plazo en aras de defender la democracia y detener a quien pasa a llevar, no leyes, sino normas no escritas, y las instituciones que dan estabilidad al sistema. Ese habría sido el gran pecado de los republicanos, que quisieron ganar a toda costa, sin medir el daño que el triunfo de una figura como Trump puede hacer a la democracia.
La gran falla del libro, creo, es que lanza todos los dardos a los republicanos y pocos a los demócratas, que son coautores del clima político, y no pusieron al frente una figura a la altura del desafío.