No sé por qué me ha dado en estos últimos días por tararear mentalmente la canción "El Rey".
Y
o sé bien que estoy afuera/pero el día en que yo me muera/sé que tendrás que llorar/(llorar y llorar, llorar y llorar)/dirás que no me quisiste/pero vas a estar muy triste/y así te vas a quedar.
Debe ser por el cambio de mando. Hoy se va Michelle Bachelet, y quizás ella se sienta un poco como el tipo de la canción. "Dirán que no me quisieron, pero igual van a estar tristes, y así no más se van a tener que quedar", pensará la hasta hoy gobernante, acaso musitando la misma melodía que se me quedó pegada en la cabeza.
Lo que pasa es que "El Rey" es una tonada que encierra una gran sabiduría. Hacia el final tiene la mejor estrofa:
Después me dijo un arriero que no hay que llegar primero/sino que hay que saber llegar.
Por Dios que es cierto. Hay que saber llegar. Solo que en el contexto en el que estamos hoy, lo fundamental, más bien, es "saber irse".
Yo creo que "saber irse" puede ser incluso más importante que "saber llegar".
Y "saber irse" se vuelve algo imprescindible cuando uno quiere "saber volver".
Pongo un ejemplo. Uno va de vacaciones a un lugar y se aloja en un hotel. Si a uno le gustó el establecimiento y tiene la intención de regresar en otra oportunidad, se preocupa de hacer el
checkout a la hora, dejar todas las instalaciones en buen estado y preocuparse de informar lo que consumió en el frigobar a último minuto.
Pregunta: ¿está "sabiendo irse" la administración de Bachelet?
¿Está bien mandar a último minuto a trámite al Congreso una nueva Constitución que ni siquiera fue consultada con los partidos que son parte del gobierno? ¿O enviar el proyecto de Crédito con Aval del Estado también durante la última semana?
¿O nombrar al ex fiscal del caso Caval como notario público, además a través de un confuso procedimiento en que se reemplazó al nominado original cambiando el documento despachado para toma de razón en la Contraloría?
Excúsenme, pero este último episodio equivale estéticamente -siguiendo con la analogía- a llevarse para la casa la bata y las toallas del hotel donde uno estuvo hospedado. Quizás no alcance para calificar como delito, pero de que es feo, es harto feo.
Y lo que me pasa es que cuando uno se lleva la bata y las toallas es porque claramente no pretende volver nunca más a ese hotel. Quizás antes era distinto, pero en el mundo tecnológico en el que vivimos hoy, ya no existe aquello que algunos denominan el "derecho al olvido".
Mi siempre humilde opinión es que el nombramiento del fiscal Toledo es la evidencia nítida de que no existe una "operación retorno" bacheletista. O de que si está en la mente de alguien, será inviable. Porque si uno no "supo irse", tampoco va a "saber volver".
Qué lata, ahora se me quedó pegada otra canción, también del género ranchero:
"Y volver, volver, voooolver".