Señor Director:

Recientemente analizamos una serie de licitaciones del "Programa de Centros Culturales", impulsada por la Unidad de Infraestructura del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA). Como ejemplo, los futuros centros de Macul, Lonquimay y Fresia. Proyectos atractivos arquitectónica y socialmente por el tipo de programa que involucran y el impacto que podrían tener en sus comunidades.

Lamentablemente, los fondos destinados son insuficientes. No alcanzan para diseñar un buen proyecto y pagar además las más de veinte especialidades que se pide a los arquitectos incluir y coordinar. Peor aún, algunas de estas licitaciones ni siquiera evalúan un proyecto de arquitectura, sino que premian solo la experiencia y el mínimo valor ofertado. A todas luces, no existe un estudio detallado de los costos, se han subvalorado, o simplemente se considera que un proyecto cualquiera o deficiente será para estos casos, suficiente.

Nada nuevo para los arquitectos que intentamos participar de la edificación pública. Lo que ahora llama la atención y preocupa es que estas licitaciones son financiadas por el CNCA, misma entidad encargada del fomento y promoción de una arquitectura pública de calidad.

Los últimos años recibimos con entusiasmo propuestas surgidas desde el área de arquitectura del CNCA, como la directiva de contratación número 21 o la "Política de Fomento de la Arquitectura", las que tienen como finalidad (sic) "elevar la calidad de la arquitectura pública" y "promover iniciativas orientadas a incrementar el fomento y la valoración social de la arquitectura como expresión cultural". Sin embargo, estas licitaciones van en la dirección opuesta.

¿Quién paga, entonces, estos proyectos? Ya sea por entusiasmo, ya por candidez, el costo de un proyecto de calidad lo terminan asumiendo irremediablemente los mismos arquitectos. O bien, no los asume nadie, y son los usuarios finales quienes sufren un proyecto sin reflexión (porque para eso no alcanza), mal diseñado, que no estará pensado para durar. Y los demás vemos con impotencia cómo los fondos públicos se malgastan en proyectos deficientes, y no en lo que debiera ser el futuro patrimonio construido de nuestras ciudades.

Alejandro Beals
Loreto Lyon
Arquitectos
Profesores P. Universidad Católica de Chile