Es grato tener amigos, estar con ellos, verlos cada cierto tiempo. Saber que están cuando se les llama y que responden de buen tono. Conversar temas de toda índole y aprender de sus opiniones. Entretenerse juntos de distintas formas. Ubicar y recuperar a quienes, por el paso del tiempo o vicisitudes impredecibles, les hemos perdido el rastro y recordando siempre al amigo que ha dejado este mundo.
He leído que este tipo de relación interpersonal tiene una antigüedad difícil de precisar, porque es propia de la naturaleza humana, que induce a establecer vínculos sociales que, a veces, sobrepasan la estrechez del parentesco sanguíneo: los amigos se eligen.
No hablo de amistad mal entendida, por conveniencia o se supone existe por compartir solamente una diversión. A veces se dice fácilmente "es mi amigo", sin pensar cabalmente el sentido de la expresión. Cierto, hay grados de amistad que crecen con el pasar de los años. Así, partiendo de una relación lejana es posible llegar al trato cercano y alcanzar un nivel de compenetración superior. Nace entre personas que pueden ser muy diferentes y ocurre en momentos y situaciones impensadas -desde el colegio, universidad, encuentros fortuitos, practicando un deporte, en fin, en reuniones de curso de nuestros hijos-, pero el punto importante es llegar a establecer un nexo profundo y refinado que, por lo general, escapa a toda predicción y cálculo. Por lo mismo, los amigos de verdad suelen ser pocos y se tienen gracias a la conjunción de varios factores.
Es una propiedad humana importante, al punto que filósofos, poetas, pensadores en general, clásicos, medievales y modernos, han reflexionado prolíficamente sobre la amistad; incluso hay tratados sobre el tema. Aristóteles se refirió a ella como lo más necesario para la vida y a los amigos como los más grandes bienes externos. La entendió como una virtud tan alta como la justicia, practicada entre personas razonables, benevolentes, semejantes en su modo ser y donde predomina mutua confianza y lealtad. Por eso comparten sin ambages vivencias, alegrías y tristezas. Claro que hablaba de una amistad que se desarrollaba en una élite de su tierra, pero su caracterización puede extrapolarse a otras épocas y contextos.
De hecho, marcó pauta y los sucesivos tratadistas siguieron sus lineamientos, adaptándolos a su realidad y acentuando algunos conceptos sobre otros. Así Cicerón lo sigue muy de cerca, al señalar que sin amistad no hay vida digna de un hombre libre. La Edad Media, por su parte, introdujo una visión cristiana de la amistad que se explica en relación con Dios. Cristo trató a sus discípulos como amigos al darles a conocer "lo que había oído de su Padre". Idea que se vincula con el sentido de la eternidad y la entrega de la propia vida por el amigo. Amistad que debía perdurar más allá de la muerte. Un paradigma que influyó para concebir la amistad entre cristianos, hombres supuestamente virtuosos y dignos de profesarles cariño, sin importar diferencias sociales, como la amistad entre el caballero y su vasallo. Conducta proveniente de la máxima "amar al prójimo como a ti mismo".
Miguel de Cervantes muestra cómo brota entre don Quijote y su rústico escudero Sancho una amistad que se afianza con las experiencias compartidas y extensos diálogos desarrollados mientras avanza la obra. Aquel le demuestra respeto y afecto y este, a su manera, admiración y cariño, no obstante los acalorados debates y hasta los insultos mutuamente proferidos.
Reflexiono todo esto pensando que la relación de amistad directa entre personas debiera cultivarse más en nuestros días, aunque fuese solo tomando alguna parte de las concepciones citadas. Quizás ha perdido valor y se comienza a reemplazar por grupos de amigos online . Forma que parece tiende más a disgregar que a unir. Con todo, y por fortuna, no se ha extinguido del todo y se manifiesta, por ejemplo, en los llamados "clubs", en los cuales más de algún lector participa. ¡Enhorabuena!