Emily Dickinson es la más grande poetisa en habla inglesa. Vivió en una época, el siglo XIX, donde aún se consideraba que la literatura era incompatible con las mujeres, y que una mujer solo podía producir cosas menores. Sin embargo, hasta hoy la crítica especializada la tiene como la mayor inteligencia poética de su tiempo. Harold Bloom agrega: "Desde Dante". O sea, unos 500 años.
Dickinson, hija de una familia acomodada de Massachusetts, vivió siempre en su casa de Amherst, con sus padres y sus dos hermanos. Era católica, pero en constante rebelión contra el excesivo "evangelismo" de la Iglesia. No tuvo parejas, aunque se sabe que estuvo enamorada de un abogado y un clérigo, con los que no llegó a tener relación alguna. Murió a los 55 años, afectada por la nefritis.
Dickinson tuvo una vida crecientemente reclusiva, muy poco amistosa y solo publicó una decena de poemas en el periódico local. Tras su muerte, su hermana hizo pública una impresionante colección de 1.800 poemas que en pocos años la instalaron en el panteón de la gran poesía norteamericana.
Este es el personaje central de Una serena pasión: una mujer que crece en el seno de una familia de personas inteligentes, que rechaza con insolencia la banalidad y que se recluye a escribir por las noches una obra que nadie conoce. En la escena que abre la película, la superiora del colegio de señoritas, enfurecida por la decisión de la poetisa de retirarse, le formula un bravo pronóstico: "¡Está sola en su rebelión, miss Dickinson! Y me temo que no tiene esperanza".
Desde luego, este es un filme lento, moroso, reconcentrado, que describe el curso de una vida por sus incidentes interiores, por sus silencios y sus angustias. Es una película de clave baja, como no podría ser de otra manera. Su atención está puesta en los detalles pequeños y, sobre todo, en las relaciones entre los miembros de la familia.
El prestigioso cineasta inglés Terence Davies, director melancólico allí donde los haya (este es su noveno largometraje y el primero que se estrena en salas en Chile), lleva el proyecto como una investigación en el misterio de Emily Dickinson -esa fuerza creativa que lucha por comprender más el otro misterio, el de la existencia-, sin la pretensión de ofrecer respuestas, ni del psicoanálisis ni de la teología. Sus aproximaciones están en los decorados, las luces, las voces. Hay escenas que solo son acompañadas por la lectura de los textos de Dickinson, y es notable que más de una vez resulten intensamente cinemáticas.
Algún grado de academicismo parece inevitable (como lo hay, por ejemplo, en Paterson, otra película sobre poesía): es parte del costo de revisar la literatura con los ojos del cine. La contraparte es la aproximación ilustrada y respetuosa hacia una poetisa cuya angustia toca todos los fondos del ser humano.
A quiet passion
Dirección: Terence Davies.
Con: Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith Carradine, Joanna Bacon, Jodhi May, Eric Loren,
Emma Bell.
125 minutos.