Hasta ahora lo último que se ha sabido públicamente de Reinaldo Rueda es el presunto premio que va a cobrar si logra clasificar con la selección chilena a Qatar 2022. La cifra que circula alcanza los 840 millones de pesos, que tampoco debería impresionar considerando la plusvalía de la Roja participando en un Mundial y lo que deja de ganar quedando eliminada. Que el bono sea mayor, supuestamente, que lo que percibieron Bielsa o Sampaoli pone en perspectiva lo que rentabiliza acceder a la Copa del Mundo más que las dificultades que se puedan proyectar para clasificar, considerando que los cupos sudamericanos muy posiblemente aumenten para el torneo asiático.
Pero no es sólo la plata lo que importa. También se han deslizado algunas informaciones sobre su encuentro con Arturo Vidal en Alemania. Aunque la verdad, nada del otro mundo, salvo las palabras de rigor del jugador, admirado de lo estudioso que le pareció su seleccionador, como también del buen manejo del idioma alemán. De otras reuniones de Rueda con seleccionados "europeos" no se ha filtrado ni una fotografía, lo que supone que fueron de carácter confidencial o que no hay mucho interés de las partes por dar a conocer de qué se habló.
El trabajo silencioso del equipo de Rueda no deja de llamar la atención a cinco semanas del primer compromiso amistoso de esta nueva era. El mutismo no necesariamente es una señal negativa, pero el traslado del entrenador a Europa y México circunscribe sus prioridades: las caras conocidas por sobre los nuevos rostros, o más bien, los emergentes. Es razonable pensar que saliendo de una catástrofe futbolística como es quedar fuera de un Mundial e iniciando un proceso con un nuevo técnico, nadie se va a arriesgar a innovar de buenas a primeras. Sin embargo, la elección de este plantel para los tres o cuatro partidos pactados para 2018 podría anticipar qué está proyectando el conductor colombiano en términos de la propensión al riesgo que contiene el recambio de las piezas.
Sobre esto último, tampoco hay mucha claridad sobre el rol que ejecutará Rueda en el trabajo de las selecciones menores, salvo por las vagas declaraciones de Arturo Salah en torno a que "no estará encima, pero sí tendrá conocimiento...". Este es un tema tan viejo como debatido, ciertamente, pero ahora que estamos ante la presencia de una generación dorada en declinación, quizás es el momento oportuno para ponerse rojo una vez, dejar de pensar sobre qué va a decir la gremial de los entrenadores chilenos, y entregarle a la cabeza responsable de la selección adulta la estructuración de los equipos técnicos, así como la matriz futbolística que se les debería otorgar al resto de los representativos nacionales menores. Pero esa es una decisión política que, claro, tiene que venir de arriba y no esperar que la adopte un entrenador que recién está conociendo el paño.