No es novedad -tampoco noticia, por lo tanto- que el tenista Marcelo "Chino" Ríos deteste a los periodistas. Su relación con los reporteros siempre fue equivalente a la que tienen los perros con los carteros. El año pasado leí en un diario gringo que durante 2016, casi siete mil "postmen" fueron mordidos por canes. Es tan común, que ya existen estadísticas al respecto.
A fines de los 90, un humorista de televisión tenía una rutina en que repetía una y otra vez la frase "no te deseo mal, pero ojalá...". Y luego completaba ese mismo prefijo con bromas de mal gusto o de humor negro.
"No te deseo mal, pero ojalá se te acabe el papel higiénico en un baño público". "No te deseo mal, pero ojalá tu cajita feliz salga sin juguete". Cosas así.
El que más gracia me causaba era ese que decía: "No te deseo mal, pero ojalá estudies periodismo y el primer entrevistado que te toque en la práctica profesional sea el 'Chino' Ríos". Es un tema viejo.
Pero obviamente eso no justifica su ordinariez de esta semana, cuando citó una vulgar y pornográfica frase de Diego Maradona para invitar a los periodistas a que se sometieran ante él a un acto que en el bajo mundo se considera una suerte de "humillación sexual".
El tema dejaba muy mal a Ríos y merecía el reproche de todos por su mal gusto y su estupidez. Pero las cosas fueron agarrando vuelo en las redes sociales, y el hecho se trasladó a la política, donde varios recordaron el ataque del tenista a Alejandro Guillier (¡un periodista!, obvio) y su consecuente apoyo -acaso por contraste- a su contendor Sebastián Piñera en la pasada campaña presidencial. Desde la izquierda le dieron duro al "Chino" e invocaron principios como el respeto a la libertad de expresión.
El asunto escaló hasta el absurdo cuando a alguien se le ocurrió decir que el gobierno entrante le realizaría un homenaje en La Moneda a Marcelo Ríos para celebrar los 20 años desde que llegó a ser el número uno del tenis mundial. Fue tirarle bencina a la hoguera: para las hordas sesgadas que habitan las redes sociales, el "Chino" Ríos, con su prepotencia, su rotería y su poco respeto al ejercicio del periodismo, era el niño símbolo del piñerismo, que sería agasajado con una fiesta pública organizada por el gobierno (hecho que a poco andar fue desmentido, ya que se trataría de una exhibición comercial organizada por privados).
Y entonces, inesperadamente, apareció un famoso periodista deportivo a plantear que la futura ministra del Deporte, que es periodista, al organizarle el evento al "Chino" Ríos, en el fondo le estaba dando en el gusto y cumpliendo su deseo de "complacerlo/humillarse sexualmente".
Esa imagen fue la que a mí más me impactó de todo el episodio. Porque el comentarista convirtió una grosería callejera, lanzada al voleo contra todo un gremio, en un insulto personal contra una persona con nombre y apellido; contra una mujer, además. El remache de Ríos no iba contra la futura ministra, sino que fue el periodista el que desvió la pelota hasta el rostro de ella. Lo consideré violento. Me quedé pensando si sería violencia de género.
Y entonces me dediqué a mirar las reacciones en las redes sociales, y me pareció que a muchas de las mismas personas que se quejan contra la violencia de género les dio lo mismo la agresión contra la futura ministra del Deporte, y solo se preocuparon de la agresión contra los periodistas.
Y entonces me quedé pensando en que en algunos casos notables, la lucha contra la violencia de género no es más que un cuento chino.