La importancia del nombramiento de Alfredo Moreno en el Ministerio de Desarrollo Social no reside en el hecho de que, con él, haya aparecido un nuevo nombre en la próxima carrera presidencial, cuestión completamente prematura. La clave profunda de esta jugada la detectó Beatriz Sánchez, que protestó enfurecida contra lo que considera una "provocación". "Como poner a Bárbara Figueroa en la Sofofa", dijo Vidal.
Y no les falta razón, porque Piñera intenta superar la brecha histórica que, para alegría de la izquierda, existe entre los empresarios y el campo social. Si logra su propósito, las fuerzas "progresistas" experimentarán una derrota todavía más dolorosa que la de diciembre pasado.
Se trata de una apuesta que puede salir mal. Los talentos para emprender y armar una empresa no son los mismos que se requieren para eliminar los campamentos y hacer otras cosas por el estilo. Piñera piensa que, a pesar de eso, Moreno tiene ambas cualidades, y que su trabajo le dará un impulso de otra magnitud al combate contra la pobreza, cuya dolorosa existencia nos recuerda diariamente que todavía somos parte del tercer mundo.
Sabemos que el lugar de los empresarios no está en el Estado: hay que poner un muro entre política y negocios. Por eso es importante que Moreno y otros como él se den cuenta de que, al asumir estos cargos, han dejado de ser empresarios y han asumido un nuevo modo de vida. El mundo de las gerencias generales, los directorios y las organizaciones gremiales es legítimo, pero que en su caso ha quedado atrás para siempre. Para que la "operación Moreno" sea exitosa, deben quemar las naves.
La decisión del próximo Presidente tiene, además, una triple fuerza simbólica. En primer lugar, está señalando la importancia que le atribuye a ese ministerio, desde el momento en que pone allí a uno de sus jugadores favoritos.
En segundo lugar, da una señal clara acerca del protagonismo de la sociedad civil en la tarea de superar la exclusión social. No olvidemos que Moreno fue presidente de la Teletón, una institución cuyo solo nombre revuelve el estómago de cierta izquierda, que piensa que ese tipo de tareas deben ser asumidas exclusivamente por el Estado.
Chile debe resolver problemas muy serios en materia social: pensemos en el simple hecho de que los campamentos han vuelto a crecer con Bachelet. Además, la creciente inmigración, particularmente haitiana, requiere tomar medidas urgentes, para asegurar una adecuada inserción de esas personas en nuestra sociedad. Para qué hablar de los niños en situación irregular, de la pobreza en La Araucanía y de tantas otras situaciones explosivas que tenemos que resolver pronto y bien. Sería una ingenuidad pensar que tales problemas pueden enfrentarse solo con la acción de la burocracia estatal.
Se requiere una colaboración intensa y audaz entre el Estado y la sociedad civil, que supere definitivamente la desconfianza con que la Nueva Mayoría miró la tarea de tantos ciudadanos organizados en iniciativas que, para sorpresa de la izquierda, no están animadas por el afán de lucro. Tarea de Moreno será ayudar a liberar esas enormes fuerzas transformadoras. Y allí los empresarios tienen muchas tareas pendientes: que ganen todo el dinero que quieran, pero que entiendan que pasar por la vida dedicados a solo recolectar plata es una ordinariez. Para movilizarlos hace falta alguien que les hable en su mismo idioma, y por eso Piñera eligió a Moreno. Se trata de mostrar que la derecha ha superado el discurso del chorreo y se compromete activamente en el combate contra la pobreza sin caer en el asistencialismo socialista.
Esto nos lleva al tercer aspecto simbólico en el nombramiento de Moreno. El experimento de la Nueva Mayoría habría sido impensable sin el creciente desprestigio que ha sufrido el mundo empresarial en los últimos años. La tarea de restaurar esa imagen será muy lenta, pero resulta fundamental para el crecimiento del país. Ese deterioro no se debe a la perversa acción calumniadora de las fuerzas de izquierda, sino a los delitos, errores y omisiones de los propios empresarios. Si la "operación Moreno" resulta, ellos descubrirán que no basta con emprender y dar trabajo (que ya es mucho), sino que están llamados a ser protagonistas en la lucha por apoyar a los chilenos menos favorecidos. El día en que muchos empresarios aprendan a comer marraqueta con mortadela habremos dado un gran paso hacia adelante.