Fall Out Boy - "MANIA"
Pete Wentz, además de ser el bajista de Fall Out Boy, es dueño de DCD2 Records, una discográfica de la que han surgido grupos como Panic! At The Disco, Cobra Starship o The Academy is..., todas ligadas al pop rock de corte emo y que a su mentor también le han servido como simulacro o testeo para el desarrollo de su propia banda. La maquinaria juvenil punk pop promovida por MTV decayó hace al menos una década y las posibilidades de imponerse con un sonido que picó hace diez años suenan improbables.
Al menos, esa es una de las lecciones que se pueden sacar de "MANIA", el séptimo álbum de estudio de Fall Out Boy, que concentra sus esfuerzos en una producción algo saturada de efectos del manual del EDM: espacios grandilocuentes, cierta épica en los silencios previos a los coros y desenfreno en clave
dubstep. Y si a eso le sumamos la influencia de la camada de nuevos raperos estadounidenses en el letrista principal del conjunto, cada canción se distingue por un fraseo de compás urbano donde las guitarras quedan muy retrasadas.
En su anterior disco, "American beauty/American psycho" (2015), el cuarteto que completan Patrick Stump, Joe Trohman y Andy Hurley aún parecía un equipo en formato banda. Con "MANIA", al contrario, el proyecto vive una transición musical donde cada instrumento suena empaquetado, sin ningún rastro de improvisación. Un modelo que busca acaparar la atención de las nuevas audiencias, aunque un grupo de viejos haciendo música solo para adolescentes no alcanza a tener un final feliz en esta pasada.
Tune-Yards- "I can feel you creep into my private life"
Merrill Garbus, la espectacular
front woman de Tune-Yards, vive de contradicciones y las utiliza a su favor. En su nuevo disco "I can feel you creep into my private life", la artista nacida en Nueva Inglaterra reconoce sus privilegios y se recrimina desempachada para conseguir su libertad compositiva. "Utilizo mi voz de mujer blanca para contar historias de viajes con hombres africanos", repite en la canción "Colonizer", frase que puede sonar desatinada pero que solo tiene la intención de cuestionarse su espacio en la música.
Y esa es la mejor representación de un disco frenético que se apodera de la música negra sin culpas. Una fiesta que descansa en el funk estilizado hacia el dance (donde Jamiroquai es el último alumno destacado) con un manejo preciso de las máquinas al estilo de LCD Soundsystem, en la que destacan las percusiones y el bajo como pilar del trabajo, y que genera momentos de incorrección política como en "Coast to coast", donde interpreta sus críticas hacia el progresismo a ritmo sugestivo de aires soul.
E independiente de esa decisión musical, el golpe más determinante de Garbus apunta hacia su encuentro con los escenarios multitudinarios, porque se aleona con las luces y el brillo. Que lo diga al cantar "ABC 123", una canción hecha para el desmadre de un público que podría multiplicarse y que ya la quisiera cualquier diva del pop en el ocaso de su habilidad creativa. Eso sin contar su poderosa voz, y su facilidad y simpleza para entonar sus versos como si estuviese actuando frente al espejo en la comodidad de su habitación.