Tras "La tragedia y comedia latinoamericana", con sus cuatro horas de extensión, "Democracia" es la segunda obra con que el brasileño Felipe Hirsch vino a mostrar por qué se le ha elogiado y laureado como el innovador teatral más brillante de su país. A diferencia de aquella, este es el estreno de una obra creada aquí con elenco chileno, especialmente para celebrar los 25 años del Festival Santiago a Mil.
El resultado es una propuesta posteatral, sin una ficción dramática, ni personajes, emociones o factor psicológico. Al cual no hay que tenerle miedo, porque también es lúdico, vivaz y muy estimulante de un modo más bien cerebral. La hora 45 minutos que dura, está recorrida por una ácida crítica a qué entendemos y cómo nos afecta el sistema político que nos gobierna, concepto paradigmático con el que muchos hacen gárgaras. Esto no se parece a nada que se haya visto; salvo, en más de algo, a la fallida "Multicancha" que Manuela Infante propuso en 2010 (pero esta funciona y atrae).
Vemos a unos competidores -tres hombres y dos mujeres- de frente al público, cada uno designado por un número, sometidos a un cuestionario con preguntas de respuesta múltiple, similar a las pruebas de selección para acceder a la universidad. Del autoritario interrogador solo oímos su voz a veces neutra o amenazante, así es que esto no es un simple juego, sino que se parece más a un despiadado reality televisivo. Pronto, además, se agrega la variable de resistencia y riesgo físico: para contestar, los participantes deben desplazarse, saltar y correr en un suelo mojado y resbaloso, mientras van despojándose de su ropa de calle hasta quedar en tenida deportiva. Entonces, la acción escénica toma el aspecto de esas patéticas maratones de baile con que el público se divertía en EE.UU. durante la Gran Depresión, lo que puede resultar en principio algo raro e intrigante.
Hasta que se empieza a filtrar la idea de que el lenguaje, sobre todo la educación, induce a ciertas decisiones y a adoptar determinadas posturas; así se nos enseña a cómo pensar, a adherir a una forma de vida sin cuestionarla. Las evoluciones en escena replican cómo se vive hoy en el país, rivalizando con el otro para ganar una posición de ventaja, cada cual ensimismado en su propia individualidad. Los cinco hablantes tienen su momento para contar fríamente un recuerdo crucial de su pasado, evocando la huella de la dictadura, la inequidad, las relaciones familiares torcidas (el padre que le dice a su hijo que si no hubiera nacido habría tenido una vida más libre de compromisos) y el modo mañoso con que se administra la justicia en Chile y se decretan las normas que nos rigen.
Ágil, cambiante, hacia el final con abundante ironía, este artificio incorpora pasajes del libro experimental "Facsímil", de Alejandro Zambra, y citas, entre otras fuentes, de la Biblia, el antipoeta Nicanor Parra, el pensador estadounidense Henry David Thoreau o el general Pinochet. En rigor, el elenco no actúa en el sentido convencional, pero sí re-presenta desplegando una energía física impresionante y exponiendo con exacta precisión un texto de veras endiablado de memorizar. La pregunta es para dónde puede seguir en el futuro una línea de experimentación como esta.
Teatro Finis Terrae. Funciones hasta el domingo 28, a las 20:00 horas.