Camila Cabello - "Camila"
Incluso antes de su salida de Fifth Harmony, Camila Cabello deslumbraba más que sus compañeras. Fue la primera en lanzar canciones por su cuenta, llamó la atención de productores como Diplo y su marcha para iniciar una carrera solista era cosa de tiempo. Y el 2017 fue el año de su consolidación con nombre propio, armada de hits de corte bailable -"OMG" y "Havana"- que auguraban un primer disco inspirado en sus raíces cubanas, desvergonzado en sus ritmos y fiero en sus letras.
Pero "Camila" (2018), su esperado álbum debut en solitario, no se parece a nada de eso. De hecho, ese primer tema en colaboración con Quavo no es parte de las 10 canciones de la placa y el segundo (con Young Thug), aunque es éxito instantáneo, representa un porcentaje mínimo de sonidos cadentes pensados para la pista de baile. La artista de 20 años, más bien, prefirió virar en sentido contrario y concentrarse en una paleta de baladas de autor concebidas desde el piano y un quiebre final que conduce a la vía del pop electrónico de arreglos minúsculos.
Y, desafortunadamente para la cantante nacida en Cojímar, esa búsqueda que pretendía una mirada personal termina resultando demasiado universal, porque podría ser Zara Larsson, Charlie XCX o Dua Lipa o, por otra parte, la banda sonora de una película adolescente de la cadena Disney. Es cierto, "Consequences" parece de gran factura emotiva y la propia "Havana" tiene lo necesario para sonar todo el día, pero sería iluminador conocer las posibilidades de Camila Cabello si hubiese hecho un disco a la medida del baile, donde ha demostrado ser única.
Black Rebel Motorcycle Club - "Wrong creatures"
En los primeros pasajes de su último disco "Wrong creatures" (2018), Black Rebel Motorcycle Club expone dos de las vertientes que han impulsado a la banda como una de las más representativas del underground californiano del último tiempo. Primero, ese carácter exploratorio y etéreo de su sonido, que se adentra en la oscuridad de los murmullos, del eco o del bajo afilado; y luego la arremetida de las guitarras que, acompasadas, crean una sugestiva ilusión de trasnoche y sexualidad.
Al álbum le cuesta arrancar, como si en su inicio el trío intentara calibrar las atmósferas en un bar perdido en la carretera. Sin embargo, al momento en que dan con la tecla y que esas dos corrientes descritas se fusionan, el trío concreta su mejor versión: el inicio ceremonioso de "Ninth configuration" (con algunas similitudes a Oasis) que aleona con el rugido de las cuerdas; el trémulo estremecedor del bajo en "Question of faith" y su coro desesperanzador; o su variante más pop en "Little thing gone wild" -y un guiño propio a "Conscience killer"-.
Black Rebel Motorcycle Club ha pasado casi toda su carrera a la expectativa de lo que hagan sus discos y, en popularidad y éxito comercial, pendientes de dar el salto que todavía no llega, aunque el mérito, si puede llamársele así, es que nunca se han traicionado. Dicen que el rock ha sufrido un distanciamiento con las masas, traducido en una retirada como el género musical más popular en desmedro del hip hop. Al menos, con Leah Shapiro, Peter Hayes y Robert Levon Been hay una propuesta para seguir creyendo.