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Editorial
Domingo 14 de enero de 2018
Setenta años de Cepal
"Sectores de la izquierda chilena se han alejado del ideario socialdemócrata, han renunciado a promover una economía moderna y se disponen a un nostálgico viraje político hacia el pasado."
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) dio comienzo esta semana a la celebración de su septuagésimo aniversario. Presidido el evento por su secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena, contó con la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet y de cuatro ex directivos del organismo dependiente de Naciones Unidas. La ocasión se prestó para un repaso del influyente rol que ha desempeñado en Chile y en la región.
La Presidenta fue pródiga en sus elogios a la institución. "La historia nos ha demostrado -sostuvo en su alocución- la importancia, la vigencia y la trascendencia del pensamiento de la Cepal". Recordó su crítica al desarrollo basado en la extracción de recursos naturales, a partir de la teoría de la dependencia de nuestras economías respecto del mundo desarrollado, y del correspondiente deterioro secular en sus términos de intercambio. Reivindicó la promoción de la industrialización por parte del Estado y el crecimiento "hacia adentro". Culpó a la presión de los organismos multilaterales de crédito por el abandono de la estrategia cepaliana en la región y su conversión al "neoliberalismo". La consecuencia habría sido -en su opinión- más desigualdad y la correspondiente movilización ciudadana por una "sociedad de derechos". "El pensamiento original de Cepal no estaba equivocado -señaló- respecto de nuestras frágiles estructuras productivas" y la consiguiente "concentración excesiva y poco saludable del poder económico". "Las ideas de Cepal no han caducado", concluyó.
Cuesta entender tan favorable apreciación del rol histórico de Cepal. Si bien ella ha contribuido al diagnóstico de ciertos problemas latinoamericanos -como la concentración de la matriz productiva o la desigualdad de ingresos-, hay amplio consenso entre los expertos en cuanto a que sus recetas han fallado rotundamente, agravando muchas veces los males que pretendían curar. No fue por presión externa, sino por la constatación de ello que, uno tras otro, los países de la región optaron por abandonar la doctrina cepaliana y abrazar la globalización, la economía de libre mercado y la iniciativa privada como los nuevos ejes centrales de su estrategia de desarrollo. Es cierto que en muchos de ellos aún campean la pobreza y la desigualdad. Pero la mera promoción de "derechos sociales" en nada contribuye a resolver esas falencias si no hay progreso económico duradero.
En verdad, desde el derrumbe del paradigma cepaliano, el organismo de Naciones Unidas, cual personaje de Pirandello, deambula a la busca de una nueva misión. Hasta ahora no parece haber tenido éxito, aunque -últimamente- parece habría hallado en la "sostenibilidad ambiental" una motivación. Entre tanto, el alto costo económico y social de sus equivocadas recomendaciones sigue gravitando sobre nuestras atribuladas naciones. El que la Presidenta Bachelet se haya expresado en términos tan elogiosos respecto de ellas no hace sino corroborar hasta qué punto sectores de la izquierda chilena se han alejado del ideario socialdemócrata, han renunciado a promover una economía moderna y se disponen a un nostálgico viraje político hacia el pasado.
Los elogios al ideario histórico de la Cepal corroboran hasta qué punto sectores de la izquierda chilena han renunciado a promover una economía moderna.