Una de las predicciones que surgen de los modelos meteorológicos que estudian el fenómeno del cambio climático asociado a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera es la exacerbación de fenómenos puntuales extremos en distintos lugares del globo. Así, se intensificarían los episodios de temperaturas particularmente altas o bajas en algunos días, tormentas de nieve especialmente fuertes, huracanes más allá de los rangos conocidos, entre otros, que provocan alarma en la población y una serie de otras dificultades y problemas.
En el caso de Chile, los últimos 12 meses fueron los que consignaron los mayores contrastes climáticos de que se tenga memoria, lo que avala lo anterior. Entre ellos, es posible anotar la temporada de incendios forestales más devastadora de la historia (570.197 hectáreas y 5.274 incendios); récords de temperatura en Santiago, Curicó, Chillán y Los Ángeles; la mayor sequía de Isla de Pascua en 56 años; 160 mm de lluvia en 24 horas en Chiloé, más de 100 mm de lluvia en la Región de Coquimbo, lluvias de 30 horas con 122 mm caídos en Villa Santa Lucía, provocando aluviones y desplazamiento de masa de hielo, y rachas de viento de 120 km/h en plena ciudad de Punta Arenas.
Aparte de los daños y problemas asociados a dichos fenómenos puntuales y la mayor probabilidad de que estos continúen en el futuro, el hecho de que se manifiesten en distintas partes del territorio está en sintonía con los modelos meteorológicos mencionados, lo que, a su vez, es compatible con las afirmaciones de los científicos de que estamos adentrándonos en un período de cambio climático. Ello debe ser considerado como una señal importante que no puede ser ignorada por las autoridades. Sin embargo, la complejidad de predecir con precisión su ocurrencia temporal y la ubicación geográfica de ellos dificulta las decisiones a tomar al respecto. Por otra parte, las consecuencias generales que sobre el clima en las distintas regiones del país tendría el alza de la temperatura media en el mundo es algo que se puede modelar, y por lo tanto, permitiría construir escenarios posibles con algún grado de probabilidad. Ello conduce al estudio de lo que pueda ocurrir en las distintas cuencas hidrográficas, los lugares que requerirían de embalses que hasta ahora no eran necesarios, las dificultades que podría enfrentar la población de zonas costeras si el nivel general del mar sube su cota, entre otras situaciones.
El Estado deberá mantener equipos que recaben datos, con la ayuda de especialistas, para acumular información suficiente que permita tomar decisiones mitigadoras en el futuro.