No es primera vez que pasa en Stgo. a Mil, sobre todo en las propuestas foráneas: parte del público sale insatisfecho, porque fue a ver una cosa y se encontró con algo muy diverso. Lo que se debe a la errada difusión previa, que crea falsas expectativas.
A "King size" se la anunció como comedia musical, y no lo es; se dijo que era hilarante, y tampoco. En principio sonaba raro que el suizo Christoph Marthaler -uno de los talentos top en la vanguardia escénica europea, realizador teatral, músico, mimo y también
regisseur , cuya sobrecogedora "Protegerse del futuro" mostró en el mismo festival en 2011- tuviera un viraje así de brusco y se embarcara en un proyecto de apariencia tan ligera y complaciente.
"King size" sí es "teatro musical" en la línea híbrida de Marthaler, que busca con sofisticada creatividad formas inusuales de intersección entre el teatro y la música (tal como en 2016 lo hizo acá la atractiva "Momento/Variación"). "Protegerse..." ocupó todo el Colegio San Ignacio de Alonso Ovalle, para evocar el sufrimiento de los miles de niños torturados y asesinados por la experimentación médica nazi. Esta, engañosamente, instala en un escenario convencional un espectáculo de distracción burguesa, que poco a poco se tiñe de feroz amargura. Su recepción exige de un espectador activo que se pregunte qué está tratando de hacer el creador y tenga un mínimo de entrenamiento en relacionar señales para desentrañar el sentido general.
Maravillosamente ejecutado por sus intérpretes, antes que nada cantantes de excelencia capaces de pasearse con soltura por los más variados estilos, es a primera vista una suerte de recital del repertorio más ecléctico que pueda imaginarse; en la forma de una situación vodevilesca de giros impensados. Vemos a cuatro personajes, incluyendo un pianista que canta, que parecen compartir una impersonal habitación de hotel, pero en realidad, cada cual está encerrado en su propio mundo. La convivencia forzada, defendiendo su propia parcela de intimidad, provee frecuentes quiebres que hacen con frecuencia sonreír. Marthaler trabaja, más teatral que musicalmente, con el concepto de la enarmonía, notas de nombre distinto, pero que suenan de modo casi idéntico, aunque el oído aguzado percibe que hay una leve distorsión. El resultado puede definirse como deliciosamente absurdo, encantador y alterado.
Las letras de las canciones cultas (desde John Dowland a Alban Berg, pasando por Mozart, Schumann y Eric Satie) y de los
hits populares que se escuchan, entre otros, de The Kinks, Los Jackson 5 o Michel Polnareff, son el hilo conductor y desarrollan la idea. Esta ficción fuera de tono nos habla, primero, de desamor, luego de la soledad, de la fealdad banal de lo vulgar y la fragilidad de los buenos sentimientos y de la belleza, también de la necesidad de soñar con que hay algo mejor. El cuarto personaje, una añosa matrona regordeta que nunca canta, plantea con textos muy crueles lo horrible que es la vejez y la inutilidad de estar vivo. A fin de cuentas, "King size", de una manera ácida y soterrada, deja una impresión tremenda.
Teatro Municipal de Las Condes. Hoy, a las 20:00 horas, y mañana, a las 18:00 horas.