He leído columnas y comentarios en diferentes medios sobre la forma en que el Presidente electo debe proceder en diversas circunstancias, como la relación partidaria con la oposición y con Chile Vamos, o respecto de los temas prioritarios que correspondería atender iniciando su mandato, o acerca del perfil de su gabinete, o los desafíos que enfrentará, teniendo en cuenta que lidiará con sectores del Congreso que posiblemente le serán hostiles; hasta suponen eventuales conflictos, advirtiendo los errores que debe evitar. Todas observaciones aceptables, pero convengamos en que se trata de una persona con experiencia y suficiente inteligencia como para desenvolverse en diversos ámbitos y en escenarios complejos. Sin embargo, nadie se refirió a una cualidad importante que todo gobernante debe cultivar: sabiduría.
Existe una cuantiosa bibliografía que aborda su significado, trascendencia e historia. Sus autores comienzan remontándose a tiempos muy lejanos, a las enseñanzas de Confucio, por ejemplo, que gravitaron en China hasta que el comunismo oficialmente las suprimió. La Biblia contiene numerosos pasajes, particularmente referidos al gobierno del rey Salomón, y tratándose de sabiduría política, también aluden a Sócrates, Aristóteles y continúan recorriendo la historia de Occidente.
La sabiduría fue invocada en medio de nuestro proceso de independencia: "Los gobiernos duran siglos bajo la influencia de la sabiduría y del amor a la patria. Los errores de la administración, la corrupción de las cortes y de todas las clases, precedieron siempre a la ruina de los estados" (Aurora de Chile). Arturo Alessandri, carismático presidente dotado de cualidades intelectuales y personales, demostró sabiduría para captar el sentido político y social que gravitaba en dos momentos completamente distintos, y supo gobernar interpretando las necesidades de cada uno (1920-1925; 1932-1938).
Algunos definen la sabiduría indistintamente como una ciencia o un arte, pero todos la consideran una virtud y, quizás, la más deseable en política. "El arte de gobernar es precisamente eso", "La ciencia de la vida enseña a utilizar el sentido común", sentido que sugiere "qué conviene o no conviene hacer en cada momento". La sabiduría se confunde con la inteligencia, los conocimientos, la formación; mas este andamiaje no basta para poseerla. Se requiere capacidad para aplicarla adecuadamente, captando la visión global, poniendo las cosas en perspectiva y viéndolas desde distintos ángulos. En política, la sabiduría es flexible, se adecua a situaciones diversas sin perder de vista el bien general de la nación. En realidad, la sabiduría no necesita de teoría ni método, no se adquiere por el estudio, sino por la experiencia y la práctica, hasta llegar a transformarse en una habilidad.
Todo lo expuesto es letra muerta para los planificadores de fórmulas abstractas de sociedad, portadores de aspiraciones refundacionales y reformas necesarias de aprobar del modo en que son planteadas, y también para quienes aprovechan para su causa la movilización de la calle. En su horizonte mental rígido la sabiduría no tiene significado.
El Presidente electo aludió varias veces en su primer discurso a la sabiduría para gobernar y a la unidad de las fuerzas políticas. Augurémosle un buen gobierno. Chile requiere de una conducción prudente en este momento, orientada por el buen juicio que proporciona la sabiduría y que puede contribuir a recuperar la confianza en la política. En una ocasión, Lyndon Johnson dijo: "La tarea más difícil de un presidente no es hacer lo recto, sino saber qué es lo recto". Desde la perspectiva planteada puede entenderse bien la concepción política del Presidente Patricio Aylwin, quien gobernó el país en circunstancias singulares. Quiso materializar las iniciativas de su programa y hacer justicia "en la medida de lo posible". Sabia concepción que sigue siendo criticada por sectores ideológicos, pero fue recordada y mejor comprendida en sus funerales y después.
Chile requiere de una conducción prudente en este momento, orientada por el buen juicio que proporciona la sabiduría y que puede contribuir a recuperar la confianza en la política.