Sé que esperan que en esta columna hable sobre la elección de hoy. Es tentador hacerlo. Pero me voy a gobernar a mí mismo y me abstendré de hacer predicciones.
Lo que voy a hacer más bien es referirme al fin de la era Bachelet, acontecimiento que ocurrirá esta misma noche, cuando ya tengamos presidente electo y, por tanto, se habrá iniciado el epílogo de nuestra gobernante.
El personaje central de mi columna será Sebastián... Dávalos Bachelet.
Es que la era Bachelet 2 se inició con Sebastián Dávalos y termina con Sebastián Dávalos.
Todo comenzó cuando llegó a La Moneda como Director Sociocultural; eso fue el reflejo del "poder total" que de seguro sentía haber conseguido Michelle Bachelet gracias a su holgado triunfo en la segunda vuelta electoral en la campaña de 2013.
El hecho de instalar allí a su hijo primogénito -que no contaba con grandes pergaminos políticos ni académicos, ni con gran experiencia de vida tampoco- en el corazón del poder daba cuenta de lo confortable que se sentía el bacheletismo en cuanto a su capacidad de administrar a piacere el gobierno.
Poco después supimos que Sebastián Dávalos y su señora disfrutaban de las bondades del poder incluso más allá del Estado y de las fronteras físicas y sicológicas de la izquierda. Ellos se desplazaban por la vida en un Lexus convertible, descapotado, como si eso fuese una metáfora de su ausencia de límites. Disfrutaban del poder total: en lo político, lo económico y lo social.
Pero vino el caso Caval y por un momento pensamos que aquello del poder total quizás había sido un espejismo.
Pero esta semana de nuevo nos asaltó la duda.
Este jueves, el mismo día en que terminaba la campaña presidencial de segunda vuelta, Sebastián Dávalos compareció ante los tribunales con el propósito de conseguir su sobreseimiento definitivo en el caso Caval. Desafiante, Dávalos dijo esto a los periodistas congregados en el recinto judicial: "Llama la atención que después de tres años no hayan podido comprobar nada".
El juzgado, por alguna razón que desconozco, anunció que postergaría su resolución para mañana, cuando ya conozcamos el desenlace de la elección. Cuando sepamos si el próximo jefe de Estado será el continuador de la madre de Sebastián... o no. ¿Le importará a Dávalos quién será el ganador esta noche? ¿Cómo le influirá a él lo que digan las urnas?
Estas interrogantes me hicieron acordarme de algo. Si no me equivoco, el matrimonio Dávalos Compagnon también vivió la última elección presidencial esperando una decisión crucial: si les otorgarían o no el millonario crédito bancario que pidió Caval para concretar el negocio inmobiliario que los hizo famosos.
Figúrense la coincidencia. La historia se repite. El comienzo y el fin de la era Bachelet 2 están marcados por circunstancias en que Sebastián Dávalos juega un papel crucial.
Mi tesis es que hoy algunos chilenos irán a votar a favor de alguien. Otros lo harán contra alguien. Y también habrá algunos que no votarán ni a favor ni en contra de nadie, pero quizás acordándose de algo o de alguien. Por ejemplo pensando en Sebastián.
Pero lo bueno es que, dado lo que aprendimos en esta campaña -y en estos años-, será difícil que el próximo gobernante sienta que se hizo del "poder total". Dudo que alguien sienta que puede tratar de refundar el país por completo o imponer enteramente su punto de vista.
Más allá del resultado de esta noche, que puede ser estrecho u holgado, el nuevo inquilino de La Moneda tendrá que esforzarse por ponerle atención a las distintas miradas que ya sabemos que conviven legítimamente en nuestro querido Chilito.