Los candidatos a Presidente de la República debieran respetarnos como ciudadanos y proponernos ideas, planteamientos, visiones de país y no inundarnos de frases al voleo, acusaciones irresponsables o consignas trasnochadas.
¿Es mucho pedir que en una elección de Presidente se debatan proyectos políticos distintos con altura de miras, que haya de verdad una discusión sobre temas de fondo y que no todo se reduzca a frases para el Twitter o "posverdades", como se llama hoy eufemísticamente a las mentiras? Respetar a los chilenos sería apelar a un voto consciente, informado, proponerles temas, miradas de largo plazo, obligarnos a los ciudadanos a estudiar, a informarnos, a debatir. Pero que la elección presidencial se reduzca a un festival de ofertones nos convierte a los ciudadanos en meros consumidores de la política. Y no todo en la vida puede reducirse a consumo. Tiene que existir una reflexión sobre el país que soñamos y que ese ejercicio de anhelar nos dignifique, nos haga protagonistas de la historia y no meros espectadores de un "reality show" a dos bandas.
Pero lo que abunda en las dos candidaturas no son las ideas ni los anhelos, sino el miedo o el resentimiento. La derecha se sobregira en el miedo: "Nos convertiremos en Venezuela" o "Guillier se parece a Maduro". ¡Miedo atávico y primario -casi infantil- de la derecha chilena que le impide evolucionar y crecer! La izquierda hace lo mismo, pero en el terreno del resentimiento: "Les meteremos la mano en el bolsillo a los poderosos para que aprendan a hacer patria de una vez". Para rematar con "¡hasta la victoria siempre!". Infantilismo de izquierda, diría Lenin. ¿Aspira la izquierda a ser algo más que el partido del resentimiento que describe el filósofo Sloterdijk?
Piñera copia a Trump y denuncia fraude electoral; Guillier copia al Che Guevara. ¡Por favor! Qué falta de pensamiento propio. ¿Con estas campañas políticas queremos que los jóvenes se interesen por lo público? Me temo que a las nuevas generaciones que escuchan estas tonterías, Piñera y Guillier les deben parecer momias egipcias o muertos vivientes.
¿Es acaso el blanco y negro que nos plantean la izquierda y derecha hoy la verdadera disyuntiva a la que nos enfrentamos como país? ¿O ambas ( estatistas o neoliberales) no son sino expresiones de un positivismo polvoriento sin respuestas para los problemas del mundo que viene y que reclaman una nueva política, mucho más holística, más inteligente y sensible? La izquierda y la derecha están estancadas, y se muerden la cola, dan vueltas adentro de sus propias jaulas conceptuales y anímicas.
Hay que abrir las ventanas para que entre aire fresco, hay que buscar nuevas fuentes de inspiración, nuevos paradigmas. La política chilena requiere un salto de conciencia, pero los partidos se han convertido o en bolsas de trabajo o en lugares de colusión de negocio y política, y no en espacios de reflexión. Hay que estudiar más, pensar más, conversar más. Que la política sea más que mero espectáculo, feria de ofertones u hoguera de vanidades.
Con esta política tal como está no vendrán " tiempos mejores" ni tendremos un "Presidente de la gente" -como nos prometen los eslóganes de los dos candidatos. Cada vez votaremos menos y los ganadores de las elecciones tendrán menos legitimidad. Y el país no solo no crecerá económicamente, sino que se empobrecerá cultural y espiritualmente. Clamamos por que, al menos, una idea surja del debate, no un eslogan ni una consigna: ¡una idea!
Quedan dos semanas; ¿sería mucho pedirles a Piñera y Guillier que elevaran el nivel del debate y nos convocaran a pensar el futuro, asumiendo un papel de estadistas y no de meros administradores de miedos y rencores? Ello revelaría el respeto que tienen por su propio pueblo y el amor por su país, un país maravilloso cuyo paisaje, gente, su poesía (nuestra gran riqueza) merecen una política mejor que a la que parecemos habernos resignado.