"The Square", ganadora del último festival de Cannes, es una película cínica, mala leche, desencantada, de humor muy negro, con más actitud que consecuencias. En el fondo, es una comedia de costumbres sobre el mundo del arte de vanguardia, un mundo que a través de una retórica extremadamente enrevesada suele justificar lo imposible y exigir -y lograr- un trato ciertamente más serio del que merece. Su protagonista es Christian (Claes Bang), el curador del X-Royal, un magnífico palacio real en Suecia, ahora convertido en un museo de vanguardia. Christian, cerca de los 40, aparece como el prototipo del ciudadano sueco que habita en la parte superior de la cadena de ingresos: se viste con discreción y gusto, maneja un Tesla -auto que no contamina y que, a la vez, es la máxima expresión del confort occidental-, vive en un departamento de líneas cuidadosamente simples y armoniosas y, en su condición de divorciado, satisface sus deseos sexuales sin atormentarse mayormente, gracias a su atractivo físico y al poder que nace de su posición. Christian en el fondo es un europeo encantador, bien intencionado y algo estúpido, con poca comprensión de las consecuencias de sus actos. La cinta está escrita y dirigida por Ruben Östlund (1974), de quien ya habíamos visto una versión anterior del europeo blanco, rico, cobarde y algo estúpido en "Fuerza mayor" (2014), cinta en la que un padre prefiere salvarse a él antes que a su familia cuando una avalancha invade un centro de esquí y, más tarde, resulta incapaz de reconocerlo o de hacerse cargo de las consecuencias de su cobardía. Östlund, no es difícil verlo, escribe y dirige desde la culpa que generan los privilegios de clase (lo que también puede leerse como la culpa de Europa occidental frente al mundo no desarrollado).
Al igual que otros cultores de la culpa de ser blanco, pensemos en Luis Buñuel o Michael Haneke, Östlund sabe cómo producir una cinta incómoda, dispuesta para sacar al espectador del ambiente seguro en que el cine suele ponerlo. En su caso, sus recursos son variados y, además, brillantes: utiliza generosamente el fuera de campo, negándose a mostrar lo que un cineasta convencional mostraría y lo que el espectador comúnmente desearía ver; no se molesta en explicar situaciones abiertamente excepcionales en la lógica "realista" del relato, lo que provoca ciertas cuotas de ansiedad, y omite desenlaces críticos para la historia, dejando al espectador literalmente colgado. En otras palabras, Östlund te da lo que no quieres y te quita lo que esperas. Tensiona las expectativas del espectador y lo obliga a agudizar sus sentidos. Östlund se muestra así como un director especialmente en dominio de su oficio, y sin aspavientos formales -como largos y complejos movimientos de cámara o trucos de montaje- exprime los recursos de lo que el cine puede lograr. Súmese a eso la acidez con que describe a Christian y al mundo del arte, la ironía con que aborda el discurso artístico, la maldad con que filma a sus personajes -fuera de los niños no hay una sola persona moralmente sólida o siquiera respetable- y se tiene una película hecha para hacerte sentir cuán pobre y miserable es lo más alto de la civilización occidental. Ahora, ¿se saca algo en limpio de allí? Algunas risas negras, por cierto; la sensación de que Europa -y occidente- está en decadencia cultural; una puesta en escena llena de inteligencia cinematográfica. Por ahí. "The Square" no transmite mucho más que los trabajos de los que tanto se burla.
The Square
Dirigida por Ruben
Östlund.
Con Claes Bang,
Elisabeth Moss,
Dominic West.
Suecia, Alemania,
Francia, Dinamarca,
2017, 142 minutos.