La resolución de las eliminatorias de la Copa del Mundo, con la justa y sólida clasificación de Perú, apuró el debate por el nombramiento del entrenador de la selección nacional. No existe urgencia, pero sí la necesidad de resolver quién iniciará la transición de un plantel que incluso llegando a Rusia requería modificaciones sustantivas.
Como existe casi unanimidad en el nombre de Manuel Pellegrini, pero también conciencia de las dificultades de su llegada, por el contrato que lo liga al Hebei Fortune de China, surgió la iniciativa de entregar el equipo a un entrenador interino, a la espera de la llegada del ex zaguero de la U. Una idea que en otros tiempos pudo funcionar, pero que en la actualidad resulta inaplicable. Los jugadores, lo sabemos, perciben de inmediato si el DT pesa o no. Si el "profe" viene con fecha de vencimiento, el desgobierno será irremediable.
Desde que Fernando Riera fundara la selección chilena como proyecto histórico para el Mundial de 1962, dejando atrás la etapa en que la Roja era un equipo que se armaba para afrontar los compromisos que deparaba el calendario (Copa América, eliminatorias o mundiales), la figura del seleccionador se instaló como el director técnico más importante del país.
Una excepción fue Luis Álamos, quien asumió para dirigir el partido extra ante Ecuador, rumbo a Inglaterra 66. El "Zorro" dispuso un combinado entre Colo Colo y Unión Española, más algunos nombres extras (Alberto Quintano, por ejemplo), para afrontar las clasificatorias de Alemania 74 luego del payaseo de Rudi Gutendorf.
En 1985, en medio de una de las mayores crisis que recuerde nuestro fútbol, Pedro Morales, a la sazón jefe de la Unidad Técnica Nacional, se sentó en la banca para las eliminatorias con Uruguay y Ecuador. El equipo jugó muy bien y mereció clasificar, pero en Montevideo fueron al matadero. En el repechaje no alcanzó, porque no se repitió el rendimiento ante Perú y Paraguay.
Chile se medirá en marzo con Suecia y Francia, y requiere que en esos partidos su entrenador sea el que afrontará la Copa América 2019, el primer gran desafío antes de las eliminatorias para la Copa del Mundo de 2022. Manuel Pellegrini cumple con todas las condiciones profesionales y éticas. El problema es que cuando observa el panorama del Consejo de Presidentes, con seguridad traga saliva y piensa que a esta altura de su vida no está para venir a lidiar con personajes como Victoriano Cerda de Huachipato, Felipe Muñoz de Copiapó, Jorge Sánchez de Antofagasta o el incombustible Miguel Nasur de Santiago Morning.
Cerda, a quien debieron llamar a terreno en tres ocasiones en el Consejo del jueves -dejaba hablando solo al directorio cuando le respondían preguntas de temas majaderamente ya tratados-, plantea que las selecciones menores perjudican a los jugadores. El dirigente de Huachipato opera con Muñoz y Sánchez, los inefables representantes de FactorOne, en un proyecto que apunta a dejar al copiapino al mando de la ANFP en 2018.
¿Pueden ser interlocutores de Pellegrini dirigentes como Cerda, Muñoz y Sánchez?
La respuesta es clara: no.