Un sencillo pescador norcoreano que vive con su mujer y su hijita en un sector boscoso a orillas del Mar del Sur es el protagonista de "La Red", la película con la que el prestigioso director Kim Ki-duk intenta esbozar, desde lo más humano, un sueño imposible: la reunificación de las dos Coreas.
La trama -si bien simple, de una intensidad dramática que va in crescendo- queda instalada en las primeras secuencias.
Como todas las mañanas, Nam Chul-woo (Ryoo Seung-bum) desayuna en su modesta choza con su familia y parte a echar su bote al agua, justo al lado de la caseta de vigilancia de los militares del régimen, fuertemente armados. Y es que solo unas elementales claraboyas unidas por una soga, que se divisan desde la orilla, demarcan el límite entre las dos Coreas.
Algo traba el motor del bote de Chul-woo quien, sin quererlo y para alarma de los soldados que vigilan que nadie huya al sur, termina al otro lado de la frontera.
No más llegar, es llevado por la guardia fronteriza al enorme y bien equipado edificio del organismo que se ocupa, ya sea de detectar espías, como de convencer a ciudadanos norcoreanos que deserten.
Chul-woo no es ni lo uno, ni quiere lo otro: él es un comunista patriótico, con fotografías de los jerarcas del régimen en las paredes de su casa y que, bien instruido, se niega a conocer el mundo capitalista, incluso apelando a cerrar los ojos cuando es necesario. También entiende que, si en el sur es sospechoso de ser espía, si logra regresar al norte -que es lo que desea fervientemente- será investigado como posible traidor.
¿Qué se hace con un sujeto así? Por de pronto se le atiende, se le da de comer y se le asigna a un acompañante que velará por él, el joven e idealista Jin-Woo.
Porque allí, incluso la Seguridad del Estado está sometida a escrutinio y debe cuidar sus actuaciones, no solo frente a otros órganos, sino a la prensa, que está escudriñando el actuar del gobierno, lista para denunciar.
El espectador asiste a la absurda e involuntaria odisea del protagonista que, en esta etapa, se encuentra al medio de una disputa interna, que lo lleva de la afabilidad de su acompañante designado, a la brutalidad de un agente interrogador obsesionado con demostrar que se trata de un espía.
El primero intentará seducirlo con las bondades del sistema. Pero también es capaz de advertirle: "La libertad no asegura la felicidad".
El realizador Kim Ki-duk, en su intención por demostrar que, de distinta manera, ambos estados son profundamente deshumanizados, puede llegar a recurrir a alguna escena maniquea (la prostituta), pero es admirable la sobriedad y austeridad con que aborda un tema inmenso y necesario.
El mismo realizador de la inquietante "Hierro-3" (2004) o de la mística y simbólica "Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera" (2003), nos introduce en "La Red" en un tema muy distinto: el siempre candente conflicto político de su país dividido. No obstante, sigue fiel a su principal motivación para hacer cine: entender a la gente y su vida.
Chul-woo solo quiere de vuelta su cotidiano, su bote, su familia. Y con Jin-Woo se atreven a soñar con la reunificación.
Pero en lugar de ello, nuestro protagonista recorrerá un kafkiano y tortuoso camino, uno con dos puntas igualmente hostiles.
Conmovedora e indispensable.
(En cartelera).