¿En qué coinciden las selecciones de Italia y Chile, además de haber quedado fuera de Rusia 2018? En que ambas tuvieron dos entrenadores irresolutos, sin carácter ni talento para enfrentar una crisis que desde fuera no podía ser más evidente. Gian Piero Ventura y Juan Antonio Pizzi, después de sus rotundos fracasos, tampoco han tenido hasta ahora la suficiente hidalguía para admitir que se equivocaron, porque asumieron que ganarían por el peso de la tradición y no por el fútbol, o el gastadísimo fútbol, que desarrollaban sus equipos.
Digo esto porque nuevamente el tema del seleccionador ingresa en la sala de urgencia, como si la Selección tuviese que jugar algo importante en un corto plazo. Al respecto, la majadería no es un defecto: antes de llegar al nombre es imperioso definir el contenido de la propuesta que se le hará al candidato. Los aspirantes, o quien se elija, deben estar sujetos a un plan que diseñe la organización que proyecte el fútbol chileno por años, décadas, en las que el elegido tenga, evidentemente, la posibilidad de ejecutarlo y de plasmar también las directrices que se complementen con la estructura superior. Todo lo demás puede ser un riesgo de fatal personalismo cuyo destino es incierto.
Sobre esa misma premisa, pensar en un interinato técnico a la espera de un candidato como Manuel Pellegrini o algún otro de prestigio superior es una apuesta profundamente desacertada. Una de las mayores virtudes que puede tener un modelo robusto es justamente una continuidad que se fundamente en trabajo riguroso y, cómo no, en resultados con tendencia al alza. Quien piense en una figura que por definición va a ser de recambio o con fecha de vencimiento, no está mirando el horizonte, sino que el borde de la playa. Hay que actuar con celeridad, pero sin el apremio de llenar un cupo solo porque el medio presiona como si el nombramiento fuera una herramienta mágica que borre todo lo malo que se ha hecho a nivel de selecciones estos últimos años.
La tarea de reconstrucción es gigantesca si es que se quiere hacer bien. No solo es un nombre, es un sistema el que debe edificarse. No es un tipo con buen ojo para dirigir y contener a un grupo de jugadores complejos; es un director capaz de coordinar las piezas que desde la selección Sub 15 hasta la adulta hagan un todo, conversen, se potencien y hereden conocimientos y experiencias. Pasarle la pelotita y el buzo a un personaje equis para que durante unos meses se dedique a juntar a los futbolistas para probar fórmulas, viajar al exterior y sumarle unos morlacos a la tesorería por unos cuantos amistosos, parece tan poco gracioso como tantas otras ideas que la frustración, el ocio, el exceso de imaginación o la impotencia nos hacen generar mientras esperamos que termine este fastidioso receso.