Esta novela, según cuenta el autor en el apéndice "Historia de esta historia" nació de un episodio real. En una excursión veraniega por la montaña alpina, dio con un viejo y su perro, "de pelo largo e increíblemente sucio". El viejo le tiró piñas y piedras, pero al final lo dejó pasar. Al regreso, en el pueblo, supo que a veces mandaban a alguien a ver cómo estaba y que tenía un hermano. Morantini se preguntó cómo vivía, como sobrevivía, sin manantiales cerca, en una casa ruinosa apenas protegida de las avalanchas de invierno y primavera. Ese punto de partida dio origen a a la historia de Adelmo Mirandola, un personaje solitario hasta un punto casi inimaginable y algo tocado de la cabeza. "Son los cables", dice Adelmo, que conversa con su perro. Los cables de alta tensión que pasaban sobre su pueblo y que emitían un zumbido permanente que enloquecía a todos. O puede que su locura provenga, puede pensar el lector, del tiempo en el que el joven Adelmo, huyendo de los nazis, se escondió por semanas y meses en las profundidades de una mina abandonada, donde lo sorprendió la fiebre y el delirio. O quizá es solo la vejez, la memoria que se oscurece, el cansancio que agarrota. O puede que Adelmo temga razón, cuando el narrador cuenta que "cuando el viento cesaba y el campaneo de las vacas se aplacaba con el sueño, el zumbido aumentaba hasta absorber los pensamientos. Nos volvemos todos locos, decía su pobre madre".
La rutina de Adelmo y sus conversaciones con el perro se rompen en la primavera, cuando, en su primera salida a buscar animales atrapados por la avalancha antes que el creciente calor los pudra, descubren un pie. Un pie humano, que ennegrece con los días. Adelmo, cada vez que sale, se sorprende con el pie, hasta que lo incorpora al paisaje y teje una historia con el pie, con las piernas, con el cadáver que luego aparece entre los árboles aplastados, las rocas y la tierra arrastrada por la nieve. La historia es sobrecogedora. Morandini retrata con mucho talento las feroces condiciones de la vida en las laderas alpinas y cómo su personaje se adapta a ellas, separándose al mismo tiempo del resto de los seres humanos. Adelmo va borrando fronteras entre lo que ve y lo que imagina, entre lo que vive y lo que fabula, hasta que el relato se adelgaza y se pierde en esa soledad ahora poblada de voces.
Claudio Morandini
Edicola Ediciones,
Santiago, 2017.
Traducción de Macarena García Moggia.
176 páginas