Las ciclovías de Copenhague, los parques de Berlín, los museos de Washington... Miramos hacia arriba a ciudades tan grandiosas como lejanas y nuestra realidad se ve pequeña, modesta, casi irremontable. Las ciudades latinoamericanas, en cambio, son tan familiares. Me parecía reconocer a Santiago mientras recorría la cautivadora Bogotá que, sin embargo, nos lleva la delantera en temas urbanísticos.
Ubicada en un marco geográfico soberbio y sin ser particularmente arbolada, el verde se hace siempre presente desde los cerros. El paisaje urbano presenta una agradable coherencia visual, donde resplandecen los distintos matices que los ladrillos toman en el clima húmedo. En general, pareciera que los arquitectos buscaran aportar a una tradición de conjunto, más que declarar a gritos su propia originalidad. Además, es una ciudad visualmente limpia, sin carteles publicitarios, ni pantallas, ni pegatinas en cada rincón disponible.
Se estructura sobre sólidos planes de urbanismo -primero de Brunner, luego de Le Corbusier- que no fueron abandonados, sino que se siguen completando y adaptando con el paso del tiempo. Sirvieron de base para el Transmilenio, un sistema de buses que, a diferencia del Transantiago, no se funda tanto en su material rodante sino en una infraestructura de vías exclusivas, paraderos y pasarelas de primera categoría. Una extensa y bien conectada red de ciclovías, con estacionamientos en los puntos de intercambio modal, complementa el sistema que busca desatascar el tráfico en un plan incremental y a largo plazo.
Es una ciudad compacta y densamente poblada en una altura media, a escala humana. Sin carecer de zonas de rascacielos y de edificios icónicos, los conjuntos urbanos son desarrollados de forma coherente y de acuerdo a criterios que superan el problema y las posibilidades mercantiles de cada predio. Cada parque tiene su rol, cada zona va definiendo su perfil programático de forma orgánica.
Pero, lo más envidiable de Bogotá es lo que permite el esplendor de todas las anteriores cualidades: una Alcaldía Mayor que gobierna la ciudad con una visión global y que, como reza su eslogan, construye una ciudad "mejor para todos". Visión de futuro, visión de colectivo, dos principios con los que la capital colombiana intenta superar problemas quizás peores que los nuestros (y que podríamos copiar sin esfuerzo ni vergüenza).