Si algo evita "Princesita", si una cosa no quiere ser, es convertirse en una película de género con los códigos de un drama familiar o los capítulos de un caso policial.
Ni los personajes ni las cadencias ni las convenciones y tampoco los tópicos, porque intenta ser algo distinto y por tanto encierra una mayor ambición que la de un relato concreto, tangible y delimitado por el cine de género.
Y por aquí pueden estar sus virtudes y defectos.
Es la historia de Tamara (Sara Caballero), niña de 12 años a punto de convertirse en mujer, que es el objeto de veneración de su padre Miguel (Marcelo Alonso), pero también del deseo y la contemplación, porque sobre esa niña se funda una pequeña comunidad que existe en el sur profundo de Chile.
En parte es una familia, también una secta que cree en los ritos y además es un grupo del ABC1 bajo las órdenes de Miguel, hombre rico y poderoso.
Tamara es la primera que va al colegio, pero la enseñanza que la rodea y la cubre es la de Miguel, tan suave y cariñosa, tan cautivadora y convincente.
Esta puede ser la mejor actuación de Marcelo Alonso en el cine, ahora como protagonista, y la credibilidad de los personajes -también de Tamara y la profesora Nadia (María Gracia Omegna)- se afirman en unos diálogos que le dan solidez y verosimilitud a una historia escrita por la directora, Marialy Rivas, y Camila Gutiérrez.
Este es un terreno donde abunda la palabrería inútil, vacua e impostada, pero acá es al contrario. Hay frases amenazantes, metáforas envolventes y una espiral de violencia y delirio contenido. También los vericuetos del hombre adulto que se hace más perverso a medida que descubre más inocencia.
El personaje de Miguel es cada vez más fauno, diablo y padre.
Y el de Tamara es cada vez más dulce, ángel y virgen.
La película, sin embargo, en vez de enfrentar y resolver el caso con un método clásico -esto es una película de género- busca otros elementos, lenguajes y sensaciones.
De pronto serán los filtros, los rojos en los primeros planos y después los azules.
O más filtros para caminatas alucinógenas por el bosque.
Entra la niebla, escenas que se disuelven, el foco se difumina y es un ejercicio experimental y unas imágenes alucinadas.
Así es como la narración se interrumpe y les quita tiempo, presencia y voz a los personajes.
A Nadia, la profesora, o a Nico y los compañeros del colegio, o al resto de los jóvenes miembros del rito, que solo están para la foto.
Hay algo revelador en los créditos de "Princesita" que transcurren al terminar la película y se destacan por color, volumen, dibujos y líneas, con su caligrafía fina, imperceptible y unas letras que se camuflan y confunden con el diseño.
Es cierto que la nitidez, claridad y lectura se dificultan y entorpecen, pero eso es secundario, porque lo primero es hacer artístico el cuento por encima de lo que manda el género básico y sencillo: contar bien un cuento.
Chile-Argentina-España, 2017. Director: Marialy Rivas. Con: Sara Caballero, Marcelo Alonso, María Gracia Omegna. 78 minutos. Mayores de 18 años.