Cuando uno creía que a la fructífera veta de la comedia romántica ya no había por dónde más encontrarle otro filón, se aparece esta verdadera sorpresa: "Por eso lo llaman amor".
Vital, refrescante, encantadora, se entremezcla en ella un elemento dramático que no solo no desentona sino que la transforma en una historia muy humana, de esas en que los conflictos y cómo es que se pueden llegar a limar las asperezas nos resultan reconocibles.
Hay que partir por olvidar la no demasiado afortunada traducción del título original -"The Big Sick"- porque de empalagosa, nada.
Para más singularidad, "Por eso lo llaman amor" está basada en la historia real del romance entre Kumail Nanjiani ("Silicon Valley") -un comediante de origen paquistaní, que aquí se interpreta a sí mismo-, y su esposa, la guionista Emily V. Gordon, encarnada en la película por Zoe Kazan. Entre ambos escribieron el guion y pusieron la dirección en manos de Michael Showalter ("Virgen a los 40").
Kumail intenta abrirse paso en la escena del
stand-up en un bar de Chicago, alternando su actuación con un grupo de colegas, cuando conoce a Emily, una estudiante de Sicología. Esa primera secuencia -precedida de un divertido prólogo- está llena de pequeños detalles graciosos. Y ya desde ese mismo momento los personajes se sienten queribles, frágiles, naturales.
El meollo del asunto mezcla los ingredientes propios del género, en este caso, un hombre joven y enamorado que deberá entender que más le vale tener la valentía de tomar decisiones porque la felicidad tiene su costo.
Kumail, mientras intenta alcanzar su sueño de hacer una carrera en el
stand-up comedy, maneja un Uber. Y como está en edad de merecer, sus muy tradicionales padres le están buscando -como corresponde- una novia paquistaní y musulmana para que se case. No es cuestión de rebelarse: explicarle a su madre que él no quiere el matrimonio arreglado -el que muy bien aceptó su hermano-, le costaría el destierro familiar. Y claro que él ama a su muy unida familia.
Pero el romance con Emily -blanca, liberal, típica "gringa" urbana- ha comenzado, y con ello, el conflicto del protagonista. Cuando la chica descubre los malabarismos que se ha pasado haciendo Kumail, intentando evitar que su familia la descubra, lo abandona dolida.
Una enfermedad los volverá a reunir, en lo que se convierte en un interesante giro dramático.
Hay un aire poco pretencioso, un cierto estilo de cine independiente, en esta película en que brillan el guion y los diálogos; a su vez, los personajes -incluso los secundarios- resultan entrañables en sus peripecias y evoluciones.
Kumail y Zoe Kazan construyen sus roles de manera efectiva y arman en pantalla una relación que fluye con naturalidad.
Diálogos y situaciones muy graciosas surgen del doble choque cultural en el que están metidos al medio los protagonistas.
Los ingenuos intentos de la madre de Kumail por presentarle novias (algunas muy encantadoras y guapas); las distintas etapas de la relación entre él y Emily; la dominante madre de ella (muy cómicamente interpretada por Holly Hunter), que no disimula su mala cara con el galán que ha hecho sufrir a su niña, van tejiendo una historia cálida, emotiva, cotidiana y por cierto plagada de humor.
Puede ser hasta una sorpresa en los próximos Oscar.
(En cartelera).