En el último informe sobre el Panorama de la Educación 2017 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se reveló que en Chile existe un 18,8 por ciento de jóvenes "ninis", aquellos entre 15 y 29 años que no se encuentran ni trabajando ni estudiando. Esto indica un claro estancamiento respecto de la medición de los dos años anteriores y, en comparación con otros países pertenecientes a la OCDE, Chile se mantiene entre aquellos países con más alto número de "ninis", ocupando nuevamente el sexto lugar.

Si bien la comparación con economías más avanzadas puede aminorar la preocupación, esto no debiera ocurrir cuando nos comparamos con nosotros mismos. Si entre 2009 y 2013 el número de "ninis" se logró reducir casi en 5 puntos porcentuales, pasando de 23,6% a 18,8%, hoy Chile se ha estancado en esa tasa, lo que llama la atención si se considera que durante los últimos años el país ha gozado de bajos niveles de desempleo y la cobertura escolar y de educación superior han aumentado sostenidamente.

Atendido lo anterior, urge detectar las causas por las que las políticas públicas no han tenido éxito en reducir este problema y saber qué se requiere para que esto se logre revertir, comenzando por entender la complejidad de un fenómeno que reclama soluciones integrales. Con ese diagnóstico en mano, el objetivo debe ser la profundización de las acciones que hayan probado alguna efectividad y el despliegue de otras nuevas que logren hacer la diferencia frente a este núcleo más duro que se ha mantenido invariable.

Respecto de esas causas de fondo, se sabe que los grupos más afectados son los segmentos bajos y las mujeres, especialmente aquellas con embarazos no deseados. Allí se da más frecuentemente la deserción de los estudios o del trabajo, o bien el no ingreso a cualquiera de ellos, se intente conseguir o no. De acuerdo con esto último, las causas detrás de esta realidad también incluyen el caso de jóvenes que, en lugar de buscar independizarse, prefieren prolongar su estadía en el hogar familiar simplemente por comodidad o falta de incentivos o convicción.

Crear oportunidades que ayuden a estos jóvenes a vencer esta paralización supone un esfuerzo multifactorial, en el que el Estado puede y debe cumplir un rol más activo, sea mediante políticas públicas que, por ejemplo, fomenten la figura del "aprendiz" y fortalezcan la complementariedad entre colegios técnicos y empresas, o mediante legislación que contribuya, entre otras cosas, a flexibilizar la jornada laboral. La existencia de un número alto de jóvenes que ni trabajan ni estudian es un asunto serio, que está asociado a males sociales como la drogadicción y la delincuencia, de los cuales, como se sabe, es difícil salir una vez que se ha entrado.