FARE Network, una ONG antirracismo que la FIFA emplea principalmente para limpiar su deteriorada imagen de institución corrupta, nuevamente ha fijado su escrutadora mirada en Chile, o mejor dicho, en la barra de fanáticos que sigue a la selección. Esta red no gubernamental internacional, que se define como "una organización que une a todos aquellos que combaten la desigualdad en el fútbol", a través de "un mensaje unificado contra la discriminación", denunció que los hinchas chilenos les sacaron la madre a los jugadores de Bolivia cuando por los altoparlantes del estadio Hernando Siles se entregaba la formación local y que, a lo largo del partido, además, profirieron desde las tribunas insultos homofóbicos a los futbolistas bolivianos.
Convengamos que es difícil negar los sucesos denunciados. E imposible justificarlos. Es un hecho de la causa que la barra chilena no es ni por cerca la mejor comportada o la más educada del continente, y que varios de esos gamberros que conforman la Marea Roja solo consiguen un certificado de buena conducta robándolo o falsificándolo. Pero también es necesario -y urgente- dimensionar el contexto en que se cometen las faltas descritas y asumir una posición como federación para defenderse de este tribunal inquisidor que se viste de asesor externo, aunque opera como un pseudo tribunal disciplinario y que, evidentemente, la FIFA cobija para aparecer como una entidad que adopta decisiones en temas social-valóricos a partir de información supuestamente objetiva.
Que se entienda bien: no se trata de anular el accionar de esta ONG ni tampoco de minimizar los comportamientos discriminatorios, racistas o de marginación que se puedan advertir en un estadio durante un partido de fútbol. Se trata de que FARE Network sea entendida como una organización de carácter político que con parámetros políticos registra fenómenos de masas, que en una cancha tienen una circunstancia vital muy distinta a la de una manifestación pública o ciudadana en una calle. Si la FIFA quiere compartir los principios que declara FARE Network -"combatir cualquier forma de discriminación, incluyendo racismo, nacionalismo de extrema derecha, sexismo, transexualidad, homofobia y discriminación hacia colectivos de discapacitados"-, tiene una tarea descomunal por delante y con insospechadas consecuencias a nivel de industria y publicidad.
Los países asociados a la FIFA deben regular el contexto en que FARE Network y sus activistas y colaboradores ejecutan su tarea de control antidiscriminatorio, y asegurarse de que si se va a transformar en un ente fiscalizador permanente, su labor censora tenga parámetros objetivables, para garantizar que los cánticos homofóbicos o los gestos racistas sean castigados de manera similar y no solo en países donde a la FIFA le convenga por razones económicas o políticas. De otra manera, FARE Network, su misión, sus grupos de fans y sus miembros pasarán a ser el brazo armado de algo más siniestro que el mal que hoy combaten.